Allegra servía un vaso de limonada para su suegra cuando escucho el sonido de on motor de un auto acercándose.
Soltó el vaso y la jarra y corrió para asomarse a la ventana.
— Fiorella, dime por favor que no es uno de los Romano — Dijo alterada mientras intentaba ver el auto que se acercaba.
— No, te juro por lo más sagrado que nadie lo sabe, nadie sabe en dónde estás, vine sola.
— Pues alguien te siguió, como bien pudiste ver a la entrada de los terrenos de la granja hay un letrero que prohíbe el paso, aquí solo personas contadas con los dedos de una sola mano traen su auto hasta aquí.
— Nadie me siguió, estoy segura de ello, debe ser alguien más.
— Eso espero Fiorella, hemos vivido un año en este lugar, ¡Un año! Y no quiero más sorpresas, con la tuya el día de hoy es más que