51. MALENTENDIDO Y REOS
El aroma de mi hermano impregnado en ella se hace cada vez más evidente, una invasión que despierta en mí una aversión visceral. Su coquetería, que antes me resultaba sutil y encantadora, ahora me parece forzada y vulgar. La manera en que su cadera danza al compás de su largo faldón ha perdido todo rastro de gracia. ¿Cómo pude haber creído que una mujer tan superficial podría ser mi luna? ¿Cómo llegué a imaginar que podía confiar mi corazón a alguien como ella?
—Quiero pedirte perdón —dice con una mirada que intenta aparentar pesar—. No puedo disolver mi matrimonio. Las consecuencias sociales serán un desastre para una familia como la mía.
—¿Una familia como la tuya ? —recalco, haciendo eco de sus palabras. Su expresión se tensa, y con nerviosismo se apresura a justificarse.
—Puede que para las personas de origen humildes como tú esas cosas no sean relevantes. Incluso he oído que a veces ni siquiera hay matrimonio, solo... convivencia. Si me fugara contigo, no solo rompería el corazón