ELISE.
Llego a casa y tiro el bolso por cualquier parte, escucho como la tablet recibe el golpe, pero lo ignoro, estoy furiosa.
— Ay niña, no golpees la tablet —ruedo los ojos y me dirijo a la cocina —¿Ahora que te pasó? —lo ignoro y me sirvo una copa de vino
Ante su atenta mirada me saco la ropa y solo me quedo en ropa interior y me siento en los bancos de la cocina, él se acerca y se sirve también, sabe que cuando estoy enojada y cansada no quiero hablar, pero también sabe, que a él se lo contaré, confío en él.
— Es un idiota — hablo
—¿Quién bella? —pone su mano sobre la mía —¿Tu nuevo juguete? — asiento
— Él se rehúsa a ser mi juguete, es más, hoy se atrevió a criticarme por aceptar una cena —
—¿En serio? —vuelvo a asentir
—Si, el muy descarado, se atrevió a decirme que merezco algo más, que un polvo de una sola noche —
— Ay, ternurita — hace un puchero y ruedo los ojos
— Déjate de ternurita, el mocoso ese cree que por sus palabras hermosas no gozaré de un buen polvo —