Margot apenas puede contener el dolor y la amargura. Su respiración comienza a agitarse tanto que parece alguien que acaba de ser soltado al espacio exterior.
—Un día, cuando volví de comprar algunos víveres, mi hogar estaba destrozado y había algo escrito con sangre en la pared justo encima de… tu madre. Estuve a punto de matarme, pero lo único que me devolvió la cordura fue saber que todavía quedabas tú, que no podía permitir que alguien te hiciera daño, pero si quería llegar a ti y destruir a esos sujetos, debía volverme como ellos.
—Margot —hablo por primera vez desde que escuché la historia—. Yo también me volví uno de ellos.
Sus labios se tensan en una línea y su mirada es casi la de alguien que acaban de partirle algún miembro y no puede descargar el dolor.
—No fue porque quisieras. Era e