Capítulo 11 —Control, ¿perderlo o mantenerlo?Narrador:Nerón dejó la taza sobre la encimera con un suave clic. Se incorporó, caminó hacia ella con la calma peligrosa de quien sabe exactamente el efecto que causa. Cleo no retrocedió, pero su pulso se disparó. Lo notaba, como si todo su cuerpo fuera un único tambor latiendo contra el silencio.—Puede que seas mayor de edad —dijo él, con esa voz suya que se arrastraba como terciopelo sobre una herida —Y claramente no eres tonta. Pero eso no significa que no seas ingenua. —Cleo entrecerró los ojos, pero él ya estaba frente a ella, a centímetros apenas. Le tomó la taza de las manos con suavidad y la dejó a un lado. Luego, sin permiso, le rozó la mandíbula con el dorso de los dedos, apenas, como si marcara un límite invisible. —Tienes que tener más cuidado —continuó, sin apartar la mirada —No con lo que dices, sino con quién decides jugar.Ella tragó saliva. Su cuerpo se tensó, pero no por miedo. Por algo más profundo, más visceral.—¿Está

Capítulo 13 —Como si tueviera alasNarrador:La clase comenzó sin introducciones innecesarias. Ella, sentada en la primera fila, lo observaba con atención, como si pudiera anticipar cada palabra antes de que saliera de su boca.—¿Cuál es la diferencia sustancial entre un crimen de guerra y un crimen de lesa humanidad? —preguntó Nerón, sin levantar la mirada.Cloe no vaciló.—El contexto. El crimen de guerra ocurre en el marco de un conflicto armado; el de lesa humanidad, no necesariamente. Basta con que haya un ataque sistemático contra una población civil.Nerón alzó la vista. Sus ojos se encontraron con los de ella, y en ese cruce breve, ya había electricidad.—Correcto. ¿Y qué entiendes por sistemático?—Que no es un hecho aislado. Que hay un patrón, una política, incluso si no está escrita —respondió, con tono seguro.Nerón apoyó los brazos en el escritorio. Se quedó mirándola como si quisiera diseccionarla. No por fuera, sino por dentro.—¿Y tú? —preguntó de pronto, en tono más ba

Capítulo 15 — Y... CorteNarrador: La cámara encendió con un leve chasquido. Un plano fijo, Cloe, en el centro. Sentada en una silla sin respaldo, frente a una pared lisa. Iluminación tenue pero clara. Ni una sombra que la oculte. Todo en ella era deliberado. Desde el vestido negro, ceñido pero sobrio, hasta el cabello suelto que caía sobre un hombro como si lo hubiera hecho sin pensar. Las manos en el regazo. La espalda erguida. Y los ojos fijos en el lente. Cuando habló, lo hizo con una voz clara, suave, sin apuro.—Me llamo Cloe. Tengo veinte años. Estudio Derecho Penal Internacional en la Universidad. Soy una estudiante becada. O lo era. En dos semanas, mi beca se acaba. Y con ella… todo —hizo una pausa. —He intentado conseguir préstamos. He hablado con bancos, con instituciones. Hasta con la única familia que me queda. La respuesta fue siempre la misma: no tienes ingresos, no tienes garantías, no tienes nada. —Sus labios se curvaron levemente, pero no era una sonrisa. Era el ref