El polvo se arremolinaba alrededor de Waverly, arrastrándola en círculos como el tornado hizo con Dorothy. No podía ver con claridad: las partículas volaban en todas las direcciones, oscureciendo la visión que le quedaba. Entonces, a través de los escombros, empezó a ver un rostro delgado. Un rostro de mujer. Se arremolinaba en los fragmentos, pareciendo moverse de lado a lado y su pelo fluía en dirección contraria, como si el viento lo estuviera atrapando. Sonrió y le guiñó un ojo. Luego, voló hacia adelante, lanzándose hacia ella. Waverly dio vueltas en su sueño, despertándose en su inquietud. Se estremeció cuando sus ojos se abrieron y observó su entorno, dándose cuenta poco después de dónde estaba: todavía en la cama. La habitación estaba ahora a oscuras, excepto por un foco que entraba por la ventana proyectado por la luna en lo alto. Los grillos cantaban al otro lado, señalando el comienzo del atardecer y las sombras se depositaban en las paredes del dormitorio, generando una
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