Capítulo 142. Revelaciones. Paulina voltea a ver a Darío, desconcentrada y con la misma expresión que Rocío. —Paulina puede vivir en mi departamento mientras yo resuelvo algunos asuntos; me haré cargo de ella mientras termina la universidad, luego deberá defenderse sola. —¿Y mamá vivirá conmigo? Claro está. —No, tu madre no va a vivir contigo, por lo menos no en mi departamento; mi oferta es solo para ti, para tu madre tengo otros planes. —¿A qué te refieres? —pregunta Rocío, desconcertada. —Toma… —Le entrega Darío documentos de propiedad. —Por los años que vivimos y por los dos hijos que me diste, yo decidí liberar la deuda de la hacienda de tu padre en Texas, pagué todos los impuestos y la hipoteca, recuperé el patrimonio que te dejó tu padre; puedes volver ahí, te daré una bonificación para que puedas levantar la hacienda, pero no te daré nada más. —¿Qué? ¿Una mugrosa hacienda? —Era eso, o volver a México; la condición es que en México mi padre no te quiere, así qu

Capítulo 144. Regreso. La gente hace su magia y rápidamente en la gran pantalla aparece una fotografía de Valentina, fotos de ella en la celebración de beneficencia; la prensa la busca rápidamente, viendo lo hermosa que es, una mujer radiante, joven, elegante, con un cuerpo de diosa que deja a todos en un caos. No le da tiempo a Ricardo de explicar nada; Olivia se le viene encima como loca, mientras los vídeos de Valentina en el rodeo se reproducen en la gran pantalla. —Tú no puedes hacerme esto, me humillaste, Ricardo. —Es la única manera de que entiendas que lo nuestro se terminó, entiéndelo, Olivia, a quien amo es a Valentina. —Eres un infeliz, un maldito imbécil; para que sepas, yo también te estaba poniendo los cuernos, fíjate, no eres el único que sabe jugar sucio. —Me alegra saberlo, ahora puedes ir con él, porque conmigo todo terminó. Olivia intenta pegarle; los de seguridad se aproximan a detenerla. El celular de Ricardo está vibrando, pero con la escena Ricardo

Capítulo 146. Plan de reconciliación. “Las llaves de mi alma” - Vicente Fernández. “Aquí tienes las llaves de mi alma. Puedes entrar a la hora que tú quieras. Para que veas si hay alguien en el mundo. Que pueda darte lo que yo quisiera. Ya he tratado de sacarte de mi vida. Yo no puedo quererte limpiamente. Pero qué quieres que haga, vida mía. Si el corazón no ve, tan solo siente. Tu boca, tus ojos y tu pelo. Los llevo en mi mente noche y día. No me pidas que deje de quererte. Después que te entregué la vida mía”. Canción tras otra, mientras Valentina pasea de un lado al otro en la habitación, ansiosa, inquieta, tocándose el vientre, van con calma canciones y ella aún no sale y Ricardo aún no se rinde. “Hermoso cariño” “Si nos dejan”. “Contigo aprendí” “Como quien pierde una estrella” —Alejandro Fernández. “Te quiero. Lo digo como un lamento. Como un quejido que el viento. Se lleva por donde quiera. Te quiero. Qué pena haberte perdido. Como quien pierde una estrella. Qu

Capítulo 148. Reconciliación. Ricardo desliza sus labios sobre los de ella, acariciándola suavemente. —Te amo como un loco, ya perdóname, te juro que no la he tocado; desde la vez que viajamos a Chicago, no la he tocado más. Tú me conoces, sabes cuándo digo mentiras, solo mírame, mi amor, ¿te estoy mintiendo? Yo estoy enamorado de ti, como nunca lo había echo con nadie, ella solo fue un reemplazo en mi vida para poder olvidarme de esa niña que me tenía loco, esa niña con la que ahora quiero despertar cada día de mi vida sin más excusas, te prometo, que si me das otra oportunidad, no voy a fallarte, eres todo lo que deseo, lo que quiero, no sabes cuánto extraño tus comida, tus jugos de naranja, que me consientas, dormir contigo y amanecer así como hoy, verte cada día es lo que yo más deseo, este bebé fue mi deseo de cumpleaños, pedí poder darte un hijo y me siento dicho de saber que lo he logrado, mi amor, yo quiero compartir contigo este proceso, es que me tienes mal, mi amor, m

Capítulo 150. Reencuentro sorpresa. Una noche maravillosa, dormir juntos se siente increíble, pero hacerlo desnudos, piel a piel, abrazados, sintiendo su calor, es otra cosa; se sienten dichosos, como si fuera la primera vez, pero lo más importante es que esta entrega no tiene reservas, no será la única. —Buenos días, mis niños, ya pido que les traigan el desayuno. —Gracias, nana. Buenos días, abuelo. —Buenos días, mi niña, ¿cómo amaneció el rey de esta casa después de esa golpiza que le dieron? —¿Qué quieres decir, abuelo? Ricardo se ríe, mirando a su inocente esposa, y ella le corresponde a su contacto visual con las mejillas rojas de vergüenza. —Tranquilo, abuelo, que su bisnieto durmió plácidamente después de eso, ni siquiera se levantó a medianoche para comer. —Ricardo, cállate. —Valentina los hace reír a los dos. —Llamen al carpintero para que les arregle esa madera o compren una nueva; eso no deja dormir a nadie. Valentina no halla dónde esconder su rostro