—Pero tiene que haber algo que pueda hacer para salvarlo —grité a todos en la cabaña de Mia.Han pasado unos minutos desde que me enteré de que Rastus sabía que iba a morir y me he quedado callada hasta ahora.—No puedo dejar que muera —susurré, dándome una palmada en la frente.—Tal como dijo Lori, todos tenemos límites —dijo Otis, que había estado escuchando desde que entré en la sala—. Como elemental blanco, puedo manipular la naturaleza, pero no puedo manipular lo que no está allí. Si no hay mar, no puedo usar agua. Si estoy en un desierto, no puedo usar árboles.—Como lectora de memoria, también tengo mis límites. Si voy demasiado lejos, me perderé en la mente de una persona y mi alma nunca será encontrada —agregó Susanna.En menos de un minuto, Lori intervino:—Como ya sabes, los sanadores tenemos límites. Nos cansamos después de recibir el dolor o la herida de una persona y, lo más importante, una vez que el alma abandona el cuerpo, no podemos devolverla. No podemos resucitar a
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