Para asombro de Sherry, Queenie y Madame Stockton los recibieron en el aeropuerto. Después de su partida, Sherry, John y Caprice regresaron a la villa de Stockton. El entorno de la villa seguía siendo familiar, pero notaron nuevas flores y detalles decorativos, dando un toque de frescura juvenil a la antigua finca. Caprice, tras abandonar los brazos de Madame Stockton, saltó hacia el jardín y tocó una campana de colores que colgaba de una rama. Queenie, acercándose a ella, compartió con orgullo: —Caprice, los hice y los colgué por el jardín. ¿No son hermosos? Caprice, encantada por la baratija, preguntó con entusiasmo: —Tía, ¿puedo cogerla y jugar con ella? —Por supuesto —respondió Queenie, pero antes de que pudiera terminar, Caprice tocó el timbre. Cuidando sus modales, añadió: —Gracias, tía Queenie. Con una risa suave, Queenie respondió: —De nada. Mientras Sherry observaba el jardín, Queenie mencionó que ella era la responsable de su decoración. Sherry notó mural
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