Creí que me llevaría al baño, pero estamos en su habitación, veo como sale de ella. Yo estaba sentado en una silla de su tocador con la cabeza hacia atrás. Para mí es costumbre tener estos pequeños derrames nasales. Nada de que preocuparse y con lo que viviré toda la vida, sino me hago la operación. —¡He regresado! —la escucho, ella se acerca a donde estoy y empieza a buscar cosas en ese botiquín—. Tu madre no tiene filtro para hablar y hacerte enojar. ¿Sientes dolor en algún lado? —Sí, estoy muriendo —respondo, la veo apretar sus labios y con mucho cuidado, revisa mi nariz. Es extraño, pero me da igual. —Te lo digo en caso de que estés acostumbrado a eso, pero no son juegos —me reprende, sonrío y miro sus labios. Su respiración era tranquila y la manera tan cuidadosa con la que me está tratando, me hacen sentir muy extraño. Trago grueso y pregunto: —¿Amas al padre de Leer más
Capítulo 15
Entro a mi oficina, ya que tuve que venir hasta aquí. Mis padres estaban aquí, así que me acerco a mi madre primero, a ella la saludo dándole un beso en la mejilla y a mi padre un asentimiento de cabeza. Frunzo el ceño al ver a Ada sentada junto a ellos con rostro de preocupación. ¿Ahora por qué ella estará así? —Puedes saludarla con tranquilidad, hijo. No te reprimas porque nosotros estamos aquí —comenta mi madre, con un tono de voz socarrón. Suspiro al ver que Ada que no me da la cara y, cada vez que reduzco la distancia entre los dos, la logro ver tensa. —El afecto es para nosotros cuando estemos solos, Florencia —beso la comisura de su labio y Ada, aprovecha que puse mis manos en el sillón para clavar sus uñas en ellas—. Solo nosotros sabemos lo mucho que nos quere
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Capítulo 18
Cada respuesta que obtenía por su parte, me hacía sentir feliz, cada intento de hacerse la difícil, la rebeldía de sus manos al tocarme y su boca venenosa queriendo herirme con sus palabras, su cuerpo respondía de una manera completamente diferente a lo que ella decía. La acerqué más a mi cuerpo escuchándola suspirar, acaricio sus nalgas y las aprieto para después alzarla, pasa sus piernas por mi cadera y comienzo a caminar a algún sitio de su casa.—Eres un imbécil… debes irte —dice, girando su cabeza para volverme a besar, pasa sus brazos por mi cuello y sus manos acarician mi cabello—. Esto no estaba escrito en las letras peque
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