Capítulo 2

Caminaba con elegancia mientras miraba las hermosas guirnaldas de flores blancas que decoraban la entrada al recinto. Su padre biológico, el monstruo que repentinamente había aparecido en su vida, le extendía la mano para que ella la tomase y fingieran ante el mundo que eran padre e hija.

Entrando por aquellas enormes puertas de fina madera, Emma sentía que el mundo se hacía cada vez más pequeño y asfixiante con cada paso que daba. La decoración era exquisita, fina y elegante, algo digno de un rey y una reina. Tambien, eran muchos los invitados al evento, algunos de ellos, eran famosos artistas y políticos que tan solo había visto por televisión, y muchos mas le eran completamente desconocidos, suponía, eran familiares y amistades de la familia de su padre biológico y del novio. Todas las miradas se habían concentrado en ella desde el momento en que entró, todos la miraban con un deje de lastima, como si estuviera a punto de unir su vida a la de un terrible monstruo. La verdad, es que nada sabia del hombre con el que compartiría una vida, tan solo Lloyd le había dicho que era un hombre misterioso, del que nadie sabia nada en realidad salvo que era el dueño de la empresa más importante y exitosa del país, la cual manejaba desde el anonimato envuelto en el mas grande y hermético de los misterios. De su apariencia, tampoco nadie parecía saber nada, salvo por el hecho de que se rumoreaba que era una persona que sufría una discapacidad y esa era, suponía, que era la razón por la cual su desconocida hermana gemela no había querido casarse con él. Si se era sincera, no le importaba mucho nada de aquello, ella estaba allí por una sola razón y esa era el que su madre tuviese el mejor y más necesario tratamiento, así como sus medicamentos, para tratar su grave enfermedad…daba igual si ella terminaba casada con alguien que no era atractivo.

Centrando su mirada en el altar, se percato de un detalle que no era poco importante: El novio no se hallaba por ningún lado, no había ni rastro de el en ningún sitio de la iglesia, quizás, el hombre se había retractado por alguna razón que a ella no le interesaba, pero esperaba que apareciera, ya que, sin novio, no habría mas trato.

Todos los invitados estaban a la expectativa, nadie esperaba que la novia llegase primero. Los murmullos comenzaban a sonar cada vez un poco mas fuerte, y era obvio que todos estaban especulando sobre la demora del novio desconocido. Entre las sombras, completamente oculta, una mujer rubia de ojos avellanos miraba con burla la escena, su hermana gemela, y quien había tomado su lugar para ser la esposa de ese supuesto adefesio, parecía estar demasiado angustiada y confundida. Helena Lloyd se burlaba de la desgracia de Emma Brown, al mismo tiempo que se sentía humillada, ya que, ante el mundo, era a ella a quien estaban plantando. Ambas hermanas, eran ciertamente casi idénticas, solo la estatura y los gestos que hacían, las podrían identificar la una de la otra. La egoísta joven se había negado a contraer matrimonio, en cuanto se entero de los rumores que su futuro esposo era un hombre físicamente horrendo, ella no estaba dispuesta a unir su vida con la de un deforme minusválido, por ello, le había exigido a su padre hacer algo al respecto, nunca imagino que tendría una hermana gemela.

Los murmullos prontamente se acallaron casi en un segundo, cuando las puertas de la iglesia nuevamente se habían abierto, esta vez, para recibir al enigmático novio. Aquel lugar se había quedado completamente en silencio, aquella era la primera vez que el respetado señor aparecía en público. Muchos eran los rumores que de el se contaban, desde que tenia un rostro horrendo y que esta era la razón por la cual no se mostraba al público, hasta que tenía una pronunciada joroba que lo volvía completamente discapacitado. Las personas mas cercanas a la puerta, quedaron completamente anonadadas e incapaces de pronunciar palabra alguna debido a su asombro.

Emma miro con atención al hombre en silla de ruedas que se acercaba poco a poco hacia el altar, moviendo su silla sin ayuda. Por el elegante traje negro y corbatín que alcanzaba a apreciar, le parecía lógico que ese hombre, era nada mas y nada menos que aquel que dentro de unos minutos más, sería su esposo. Cada persona en el lugar no cabía en asombro e inquietud, y murmuraban por lo bajo cosas que Emma no alcanzaba a escuchar con claridad. Ella, sin embargo, se mostraba imperturbable, realmente no le interesaba si era el hombre más feo que jamás hubiese pisado la faz de la tierra, ella solamente quería cumplir con su acuerdo, y asegurar el costoso tratamiento de su amada madre, quien era la única persona en quien ella estaba pensando. Emma estaba allí, sola, completamente sola, sin el apoyo de la única persona que ella amaba y que la amaba tambien a cambio, a punto de unir su vida con alguien a quien no conocía, en medio de un mar de personas desconocidas…y no podía derramar ni una sola lagrima por ello.  

Finalmente, el desconocido novio llegaba al altar en donde Emma Brown ya estaba esperando, y entonces, aquellas expresiones de asombro las había comprendido, aquel hombre en silla de ruedas, no era para nada un deforme como su padre biológico le dio a entender, si no, todo lo contrario. Su cabello era oscuro y sedoso, en un elegante corte que tan solo resaltaba la hermosura de su rostro de finas facciones gentilmente varoniles, sus ojos eran grises, como el color de las tormentas mas poderosas, suspicaces y con un aire de inteligencia, además de soberbia, que le daban un atractivo aun mayor. Su piel era blanca, completamente hermosa y similar a la porcelana, que resaltaba aun mas en aquel traje negro. Aquel, era sin duda alguna, el hombre mas hermoso que Emma jamás hubiese visto.

Ese hombre era, el enigmático y hasta ahora sin rostro, Dante Morgan.

Helena y Everard Lloyd, sintieron aquello como un balde de agua helada que los golpeaba directamente en el rostro, la envidia corroía a la caprichosa Helena, quien se sentía arrepentida de haber sido reemplazada por su desconocida hermana. De haberlo sabido, se habría casado con ese hombre, el más apuesto que jamás había visto, y que era además el hombre mas rico y poderoso del país. Everard, tambien se sentía arrepentido de cambiar a sus hijas, ahora, tenia que encontrar la manera de remediarlo.

Sin decir nada, aquel hombre la miro y le sonrió de manera encantadora, y entonces, la ceremonia dio comienzo, y termino mucho más rápido de lo que Emma Brown espero. Oficialmente, estaba casada con ese hombre a quien recién acababa de conocer y con el que, a pesar de no haber hablado jamás, acaba de decir juramentos matrimoniales. Su corazón latía de prisa con mil emociones encontradas, había cumplido con su parte del contrato, ahora su madre tendría asegurado su tratamiento y el precio a pagar había sido demasiado alto.

Helena miraba salir a su hermana gemela, de la mano de aquel apuesto hombre en silla de ruedas. Su descontento era palpable, y sin que nadie la viese o notase, salió del lugar para encontrarse con su padre.

—Quiero ser yo la esposa de Dante papá. Voy a seducirlo, y tú, me ayudaras —

Y con aquellas palabras con las que Everard estuvo de acuerdo, padre e hija, igualmente maliciosos, habían tomado su decisión.  

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