XXIII

AMALIA.

—¡Me gustas! —le confieso.

Huxley se sorprende, pero después sonríe muy feliz.

—¡Me gustas mucho y...! ¡Al carajo!

—¿Qué...?

Entrelazo mis manos por detrás de su nuca y posteriormente, uno mis labios con los suyos.

Al principio, ambos nos quedamos quietos sin movernos, pero poco segundos después, empezamos a mover los labios y besarnos correctamente.

Sé que probablemente después de esto, no voy a poder mirarlo sin ponerme roja, pero no me arrepiento.

Siento como Huxley pone sus manos en mi cintura y me acerca más a él y yo aprovecho eso para entrelazar mis brazos detrás de su nuca para así profundizar el beso.

Días después...

El auto se estaciona delante de la universidad y yo me quito el cinturón de seguridad.

—Gracias por traerme —le digo mientras agarro mi mochila—. Nos vemos luego.

—Nos vemos luego.

Me estiró un poco y le doy un corto beso, pero él no parece conformarse con eso, así que lo que hace es que cuando me alejo un poco, me agarra del brazo y me jala hacia él para
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