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Todo esto era como una película para mí, había un hombre rico y también había gente que quería matarme. Pero a pesar de que suena emocionante, es terrible saber que tu vida está de por medio. Así que mientras los policías buscaban pistas en mi departamento, Sandra, el señor Wagner y yo, no reunimos en la sala, para poder hablar de lo que estaba pasando.

–No sé qué pensar. –Murmuré mientras mi pie estaba encima de una almohada.

–Lo único que debe pensar, es que debe de estar conmigo si no quiere morir. –Yo misma me pongo algo molesta, por lo que el señor Wagner dice. Es como si me quisiera en su casa, de una forma u otra.

–¿No abra alguna posibilidad, de que me cuide estando en mi propio hogar? –Le pregunté mientras el hombre de inmediato se mofa de mí.

–Sí, claro. –Murmuró mientras sonríe un poco. –Para que logren matarla. Mis hombres estaban en el edificio y no pudieron ver la entrada de ese hombre a su departamento. –Comenta con un poco molestia.

–¿Nía? –Sandra llama mi atención. –Creo que lo que el señor Wagner dice es algo que tienes que hacer. –Mi mejor amiga estaba realmente preocupada.

–¿Y que pasara con Sandra? Solo la dejare aquí, para que alguien logre matarla. –Le comenté con preocupación por la seguridad de mi mejor amiga.

–No se preocupe por eso, señorita Williams. –Responde el joven guapo. –Mis guardaespaldas estarán en este edificio vigilando a su amiga. –Y de la nada, entran los dos guardaespaldas del hombre, luciendo sus trajes de negro y lentes del mismo color.

–Alex, Thomas. –El hombre rico llama la atención de los guardias. –Esta es la señorita Sandra Hamilton, ustedes se harán cargo de ella. –Mi mejor amiga de inmediato empieza a sonreír, ya que los dos guardaespaldas eran bastantes guapos. –La seguirán todo el tiempo, para mantenerla a salvo. –Así que mientras mi mejor amiga entra a la novena nube, yo soy capaz de darle un golpe con mi pierna sana. Ella solo reacciona con sus ojos bien abiertos.

–Creo que me gustaría que no estuvieras tan feliz, por tener guardias, ya que también quieren matarte. –Le dije rodando los ojos, mientras miraba hacía el señor Wagner. –¿Y qué hay de mis otros amigos? –Pregunté preocupada.

–A ellos también se les fue asignado un guardaespaldas, evidentemente sus otros amigos no saben mucho de lo que está pasando ahora, así que por el momento mis hombres se encuentran en cubierta. Es mejor que sus mejores amigos no sepan sobre esto. –Yo solo suspire con fuerza, porque quizás él tenía razón, es mejor que ellos no sepan lo que está pasando.

–Está bien, señor Wagner. –Le dije con fuerza, mientras suspiraba con profundidad. –Acepto vivir con usted, pero no permitiré que controle mi vida. –El hombre rico de ojos azules solo se empieza a mofarse, mientras muestra su dentadura blanqueada.

–Eso lo veremos. –Contestó el joven levantándose del sillón, para ir hacía la salida, dejando en el aire su perfume que olía delicioso. Así que en cuanto el hombre dejo el lugar, mi mejor amiga está dispuesta a decirme sus pensamientos.

–¡Tienes tanta suerte! –Expresa la joven de rizos.

–¿De qué demonios hablas? Me quieren matar. –Trate de traerla al mundo real.

–Se que eso es terrible, pero no todo el mundo tiene la suerte de que un hombre rico, quiera ver por alguna de nuestras vidas. –Me responde un poco enojada, de que yo lo esté tomando de una forma poco favorable. –Y no puedes negar que es un bombón. –Mi mejor amiga se queda pensando algunos segundos. –¿Me pregunto, si le gustaras?

Y como respuesta a su comentario, tomo una almohada, para aventársela con fuerza.

–¡Deja de soñar! Lo más seguro es que solo sienta lastima por mí. –Murmuré un poco triste.

–¡Señorita Williams! –Entra a la habitación el señor Wagner. –Estamos listo para partir. –Yo solo suspiro una vez más, para asentir con mi cabeza. Estaba preparada para cambiar toda mi vida, solo por mi seguridad. Así que me levante del sillón, mientras me recargaba en todo lo que estaba cerca de mí, para poder acercarme a mi mejor amiga y darle un gran abrazo.

–¡Te extrañare tanto! –Le dije a la joven de rizos, mientras podía oler el perfume de su pijama favorita. Así que no pude evitar dejar caer algunas lágrimas, ya que tenía viviendo con ella más de cuatro años.

–Todo estará bien. –Me asegura la chica, mientras me da un beso en la frente.

–Eso espero. –Le contesté muy poco segura de lo que decía. Así que, con el pie lastimado, intento caminar hacía la salida, así que cuando uno de los guardaespaldas me ve, intenta acercarme a mí para poder ayudarme, pero antes de que el joven de cabellera castaña, lograra acercarse a mí, el señor Wagner lo hace a un lado, para cargarme entre sus brazos, no solo sorprendiéndome a mí, sino a todas las personas que estaban en el lugar.

Yo no puedo creer que este hombre de gran altura, ojos azules y perfil griego, me esté sosteniendo entre sus brazos realmente fuertes, para regalarme una hermosa sonrisa mientras lo miró, a algunos centímetros de su cara.

–Eso hora de salir, señorita Williams. –Me dice mientras el olor de su boca, llega hacía mis fosas nasales, haciendo que yo cerrara lo ojos, realmente encantada por su olor a mente. El hombre estaba dispuesta a bajar cuatro pisos, sin siquiera sudar un poco, mientras que más de uno de sus guardaespaldas, le intentaban decir al hombre, que se podían hacer cargo de mí, pero el hombre no hizo caso y siguió bajando las escaleras, hasta que llegamos a la salida del edificio, en donde una camioneta negra no estaba esperando.

El hombre espera que uno de sus guardaespaldas, le ayude a abrir la puerta, para después ponerme en uno de los sillones de la parte trasera del auto. Y cuando me deja sobre el sillón, nuestras miradas se juntan. Yo no pude evitar que mi piel se erizara, al juntar mi mirada con este hombre que me hacía sentir sin armas.

Había una parte de mí, que quería mantenerse fuerte, contra los encantos del señor Wagner, pero había otra parte de mi cuerpo que quería descubrir hasta el último punto de su cuerpo. Así que mientras nuestras miradas siguen juntas, puedo sentir como pasa sus dedos por mis mejillas, acariciándome con el calor que emanaba su cuerpo.

Pero toda esa tensión se acabó, cuando uno de sus guardaespaldas, exactamente Thomas, le llamo la atención. Así que el hombre cerró la puerta, dejándome sin aliento. No podía creer que la mirada de alguien me pudiera hacer sentir de esa forma, como si me arrebatara el corazón. Así que aprete mis nudillos, mientras cerraba los ojos con fuerza, pidiéndome a mí misma: “No te enamores. No te enamores”

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