Voy a volver, lo juro

María Isabel

Luché, hice lo que pude para no ser llevada al interior de esa camioneta y alejada de la vida a la ahora me había adaptado con tanta rapidez ¿Cómo volver? Esa pregunta era la que me ayudaba a patalear en los brazos de Antonio.

Un golpe en mi cabeza me dejó en la absoluta oscuridad, esperaba que como el cobarde que es lo hiciera, solo que se tardó más de lo predicho.

La incomodidad a la que mi cuerpo fue sometida en ese auto me lastimó la espalda y las piernas, la posición era sumamente difícil por lo estrecho del lugar, sumado a eso la cercanía de Antonio que me enojaba más.

Desperté unos minutos después del golpe, pero permanecí en silencio y quieta para no alertar a mi idiota captor. Además hablaban de sus siguientes movimientos y yo no podía no escuchar, una por mi natural instinto chismoso y otra por la utilidad de la información.

Voy a escapar con las manos llenas de sangre o información.

El trayecto se sintió muy largo, los caminos desastrosos y la charla ajena
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