Capítulo 2

Encontré la oficina de recursos humanos y pude ver que había varias personas entrevistando, para recibir los cientos de solicitudes que estaban en espera, si me hubiera formado, no me alcanzaría el día y posiblemente, no tendría oportunidad de ser entrevistada.

Me quedé detrás de la puerta y esperé a que saliera una de las personas que estaban siendo entrevistadas y me colé para entregar mi solicitud.

—Buenos días señorita — le dije a la mujer detrás del escritorio y le extendí el formato de mi solicitud de empleo.

—Licenciada —, me contestó en un tono arrogante y me miró de pies a cabeza —el trabajo es para camarista, no creo que una muchacha como tú, sea capaz de realizar un trabajo como ese, no tienes el perfil que buscamos, te puedes retirar.

—Discúlpeme, Licenciada, pero ni siquiera ha leído mi solicitud —. Contesté tratando de disimular mi irritación, me estaba juzgando por mi apariencia, sin siquiera darme la oportunidad.

—No necesito leer tu solicitud para saber que no cumples con el perfil para el puesto, las niñas bonitas como tú, se creen que el trabajo es un juego, aquí buscamos personas serias y responsables.

—Gracias por decir que soy bonita, pero déjeme demostrarle que también soy muy responsable, puedo con ese trabajo y con cualquier tarea que me asigne.

—Déjame tu solicitud, si no encontramos a alguien más, te llamaremos.

Respiré profundamente, era más que obvio que no me llamarían, pero entonces pasó algo que no me esperaba, el hombre de la puerta, a quién le había mentido diciéndole que el señor Marco Duran era mi tío entró en la oficina.

—¡Señorita! ¿Está buscando a su tío? — Me preguntó.

—No, mi tío me envió aquí para entregar una solicitud de empleo.

—¿Para trabajar como camarista? —Preguntó extrañado, así que aproveché la situación y mentí.

—Sí, he tenido problemas en el colegio y mis padres me obligan a trabajar, mi tío dijo que podía venir aquí, pero que no me daría ningún privilegio que tendría que conseguirlo por mí misma, pero no me han aceptado, así que…

Me encogí de hombros y comencé a caminar hacia la puerta, el hombre habló con la Licenciada que me rechazó, no escuché lo que le dijo, pero ella me detuvo antes de llegar a la puerta.

—¡Espera! — Gritó —¿Por qué no me dijiste que eras sobrina del señor Durand?

—No me gusta hacer alarde de mi parentesco con él, en realidad no es mi tío de sangre, soy la hija adoptiva de un pariente lejano.

—Bueno, adoptada o no, eres parte de su familia y si él te envió aquí, no puedo rechazar tu solicitud, pasa conmigo para que firmes tu contrato.

—Si Licenciada, gracias —Le dediqué mi sonrisa más inocente.

Tuve que mentir, pero el trabajo ya era mío, con mantenerme lejos de Marco Durand para que no se dieran cuenta de que en realidad él ni me conocía iba a ser suficiente.

Era tal la influencia de Marco Durand que la Licenciada ni siquiera me pidió documentación, solo mi identificación para firmar el contrato, y ni siquiera leyó la solicitud de empleo.

Firmé mi contrato y me entregó mi uniforme.

—Te tienes que presentar mañana a las siete de la mañana, tu horario será de cinco horas diarias, para que tengas tiempo de estudiar por las tardes, el salario es de mil quinientos pesos a la semana, pero los huéspedes suelen dejar excelentes propinas y cada semana se reparten entre todos los empleados.

—Sí, no importa el salario, lo que sea está bien para mí.

Me sonrió, quizá pensando que lo decía porque pertenecía a una familia rica, pero yo dejé que lo pensara, no iba a desaprovechar la oportunidad que me brindaba esa confusión.

Salí de la oficina dando saltitos de emoción, lo había conseguido, con mentiras, pero el empleo ya era mío y con mi trabajo iba a demostrar que era la persona ideal para el puesto.

Comencé a caminar por los jardines del hotel, muchos hoteles en la costera permitían a las personas entrar a conocer las instalaciones, Melo y yo disfrutábamos visitarlos y tomar el sol en las playas privadas, pero nunca había entrado en ese.

Era precioso, los edificios eran majestuosos y la decoración era la más elegante que yo había visto hasta ahora, las albercas rodeadas de jardines y de palmeras me hicieron pensar en el paraíso de una película que había visto hacía unos días con Melo.

Tenía trabajo y el día libre, así que me dispuse a pasear por la playa, podía llegar caminando desde ahí hasta la pensión y así no gastaría dinero en el autobús, no iba a cobrar hasta la siguiente semana y no me gustaba pedirle dinero a mi amiga, ya suficiente hacía con dejarme vivir con ella.

Estaba saliendo de los jardines del hotel hacia la playa cuando lo vi de nuevo, no podía dejar de verlo como si fuera un actor de cine, en verdad era el hombre más atractivo que había visto en mi vida.

Se veía divino ahí sentado en esa silla de madera, lo malo es que la mujer que lo acompañaba tenía puesto un sombrero tan grande, que me tapaba la mitad de su cuerpo desde yo me encontraba.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que no reparé en un trampolín que había junto a la alberca y tropecé con él, perdí el equilibrio y caí estrepitosamente hacia la piscina.

Yo sé nadar muy bien, desde niña aprendí a nadar en el mar, pero el dolor en mi pie hizo que me diera un calambre en toda la pierna y no podía salir a flote, tragué agua y el cloro de la piscina me irritó los ojos.

Sentí que me ahogaba, la desesperación me hizo presa del pánico, solo sentí unos brazos fuertes que me sacaron del agua.

Cuando pude abrir los ojos no podía creer lo que me estaba pasando, Marco Durand me sostenía en sus brazos para sacarme del agua.

No pude evitar quedarme con la boca abierta al ver sus ojos de cerca, eran oscuros y profundos, como si dentro de ellos guardaran un fuerte dolor o furia, las dos cosas a la vez.

—¿Estás bien? —Me preguntó y su varonil voz entró por mis oídos e hizo eco en mi pecho que comenzó a latir desmesuradamente, abrí la boca para hablar, pero ningún sonido salió de mi garganta, solo no podía y no quería, dejar de mirarlo.

—E…estoy bien —, Balbuceé.

—¿Acaso no viste que ibas directo al trampolín? —Preguntó y yo me aferré a sus brazos, algo tenía ese hombre que me despertaba el deseo de apretarme contra su pecho.

—Es que me distraje y no lo vi —Dije ruborizada mientras me recostaba sobre un camastro.

—Déjame ver tu pie, seguro te lastimaste — Me levantó el pie, mis tenis escurrían de agua y mi pantalón blanco se pegaba a mis piernas.

Con mucho cuidado me quitó los zapatos, el dedo pulgar de mi pie derecho estaba rojo e hinchado por el golpe.

—Estoy, bien gracias, fue solo el golpe.

—Te lo tiene que revisar un médico, podrías haberte fracturado el dedo.

Lo tomó con su mano y comenzó a moverlo con mucho cuidado.

—¡Auch! — Me quejé porque me dolió, pero me mordí los labios para no gritar.

—Parece que no hay fractura, pero de cualquier manera, iremos con el médico, pero antes debes cambiarte de ropa. ¿Cuál es tu habitación? Te llevaré para que te cambies.

Me ruboricé porque él pensó que era una huésped del hotel, quizá fue por eso que se estaba portando tan amable conmigo, pero tenía que decirle la verdad.

—No estoy hospedada en el hotel, vine a firmar mi contrato para trabajar como camarista.

—¿Y qué haces aquí? Esta área es para los huéspedes—. Preguntó la mujer que lo acompañaba.

Se quitó los lentes para sol y me miró de pies a cabeza con un gesto de desprecio que hizo que la sangre me hirviera, pero tuve que contenerme, no podía decir nada que pusiera en riesgo mi nuevo empleo.

—Yo…Lo siento, no sabía que no podía recorrer los jardines, solo iba rumbo a la playa para caminar junto al mar de regreso a casa.

—No te preocupes, no está prohibido que las personas entren a conocer el hotel, aun cuando no estén hospedadas y si ya firmaste contrato, ya eres parte de esta familia — Dijo él y me guiñó el ojo con complicidad, como para que la mujer se diera cuenta de que sus palabras no eran bien recibidas por su parte.

La miré de reojo y vi que frunció los labios, pero se tuvo que tragar el coraje.

—¡José! — Le gritó a un camarero que pasaba por ahí — Lleva a la señorita a la boutique y que elija algo de ropa para que se cambie y se pueda ir a casa.

—No, señor, no es necesario, caminando por la playa mi ropa se va a secar enseguida con el sol.

—De ninguna manera voy a dejar que te vayas así, te puedes enfermar y mañana tienes que comenzar a trabajar, no estaría bien que faltes a tu primer día de trabajo por un resfriado.

Quise insistir en que no era necesario, pero no me lo permitió, se puso de pie y se alejó tomando de la mano a la mujer.

—Gracias señor Duran, pagaré la ropa con mi salario en cuanto me sea posible.

—José le dices a la cajera de la boutique que le dé el costo más bajo y que lo cargue en mi cuenta para que no le haga falta en su inventario, cuando la señorita…

—Ana — Respondí.

—Cuando Ana termine de pagarlo, que lo reembolse a mi cuenta personal.

—Sí señor entendido.

Tomé mis zapatos y recogí la bolsa con el uniforme, que había caído junto al trampolín y fui tras el camarero.

—Así que te llamas Ana —Me peguntó con una sonrisa.

—Sí, y tú te llamas José — Le sonreí para devolver el gesto de amabilidad.

Era un muchacho unos dos años mayor que yo, alto moreno con el cabello rizado, se veía muy bien con su uniforme blanco y su cinturón tejido con motivos indígenas artesanales, a juego con sus zapatos.

—Tienes mucha suerte de trabajar aquí, es uno de los hoteles que más pagan en toda la costera y las propinas son excelentes, hay veces que se gana más de las propinas que del salario base.

—Eso será genial, este año quiero ingresar a la universidad y muy pocos empleos brindan esa oportunidad.

—¿Estudiarás en la universidad del estado?

—Eso es lo que pretendo, todavía no hago el examen de admisión, en dos meses compraré la ficha para aplicar la prueba.

—Ojalá y lo logres, así no solo seremos compañeros de trabajo, también seremos compañeros en la escuela — Me guiñó el ojo y sentí que me estaba coqueteando.

Me ruboricé al ver que se le marcaban unos hoyuelos en las mejillas que lo hacían ver bastante tierno, como un niño pequeño.

Entramos a la boutique y la encargada de la tienda mi miró con asombro.

—¡Señorita está empapada!— Me quedé en la puerta para no mojar el piso, mis pantalones seguían escurriendo agua por mis tobillos y mis pies descalzos.

—¡Hola! Me llamo Ana y a partir de mañana voy a trabajar aquí y seremos compañeras, así que no me digas señorita, no soy una huésped —Levantó las cejas como sin entender que era lo que estaba haciendo ahí y antes de que dijera algo, José se adelantó.

—El señor Duran dio la orden de que elija algo de ropa para cambiarse y que lo cargues a su cuenta personal, para que no te falte en tu inventario y cuando ella lo termine de pagar en pequeños plazos, le reembolses el dinero a su cuenta.

—¿El señor Duran personalmente? —Dijo y volteó los ojos suspirando, era obvio que ese hombre provocaba suspiros en cualquier mujer que se le pusiera enfrente.

—Sí, por favor, ayúdame a elegir lo más barato que tengas, aunque sea en plazos, no puedo pagar mucho, si por mi fuera, me habría ido así a casa, pero él insistió.

—Además dijo que le cobraras la mercancía a costo de proveedor — añadió José.

—Qué bueno nena,. Porque aquí todo es carísimo, pero justo nos acaban de llegar unas minifaldas y unos tops básicos que no son tan costosos y con unas sandalias de playa tendrás para poder irte a casa y que no termines pagando el resto de tu vida.

—Te lo agradezco, la verdad es que en este momento, no estoy como para ponerme a gastar en ropa.

—No te avergüences nena, todos los que trabajamos aquí, somos en su mayoría estudiantes y sabemos lo que se sufre al tener que trabajar para poder estudiar, por cierto, yo me llamo Claudia.

Me sonrió y sentí alivio, se veía que ella y José eran muy amables y buenos compañeros de trabajo, yo esperaba que con todos los demás, me pudiera sentir así, en confianza.

Me dio una minifalda blanca y un top rosa pastel y se tardó en encontrar unas sandalias rosas de mi talla para que hicieran juego con el top.

Me mostró el vestidor y me dio una bolsa de la tienda para guardar mi ropa mojada.

Me despedí de ellos y salí rumbo a la playa para volver a casa.

Estaba atravesando los jardines cuando escuché una voz atrás de mí.

—¡Oye tú, muchacha!— Reconocí la voz chillona de inmediato, era la mujer que estaba con el señor Duran.

—Dígame señora — Me giré para verla y ella caminó hasta quedar frente a mí.

—Vas a trabajar aquí, pero más te vale que te mantengas alejada del señor Duran si es que quieres conservar tu trabajo ¿Entendiste?

¿Qué podía responder a eso?

—No se preocupe, señora, yo lo único que busco es un empleo para poder seguir estudiando.

—Eso espero…Por tu bien.

Me di la vuelta y me fui, no pude evitar sonreír y morderme los labios, si esa mujer tan guapa se había sentido amenazada con mi presencia, fue porque Marco Duran, se había fijado en mí de alguna manera.

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