Capitulo 7

Vivir… en esta vida extraña, se nos da una sola oportunidad de vivir y todos elegimos vivir de diferentes maneras. Hay aquellos que más que vivir sobreviven, cada día cumpliendo una rutina sin hacer nada nuevo, sin ver las cosas desde una perspectiva diferente, sin hacer ningún cambio.

Vivir… vivir significa darle a cada día un significado, por pequeño que este sea, hacer cada día algo que signifique un cambio en tu vida o en el mundo, claro que, lograr esto es bastante complicado. Porque ciertamente es complejo hacer aquello, escoger algo por lo que levantarte cada día con el ánimo arriba y seguir tu día persiguiendo ese propósito. Puede llegar a ser algo tan simple como ahorrar para comprar aquel vestido tan hermoso en la vitrina de esa importante tienda de ropa, levantarte para podar y regar ese jardín al que le ha dedicado tanto tiempo, levantarte a tiempo para llegar a la escuela y tener ese flamante 10 en asistencia, o tan complicado, como levantarte cada día para asistir a ese importante trabajo que alimenta a muchos y le da felicidad y estabilidad a tu familia.

Astrid viajaba en aquel autobús, se sentía nerviosa, quería dar la mejor impresión al esposo de su querida amiga aun cuando esta le prometía que ese trabajo para ella estaba asegurado…y es que, eran ya muchos los fracasos a los que se había enfrentado, nunca fue de una familia demasiado importante, y los problemas económicos por los cuales sus padres habían tenido que atravesar para que ella estudiara, eran razón mas que suficiente para no fracasar más…ya lo había decepcionado bastante con aquel “romance” con Cole del que no salió bien parada, esta oportunidad única que se le había presentado, la aprovecharía a toda costa y sin importar que, era importante no volver a meter la mata, les enviaría dinero, les mostraría que ella podía sola con las riendas de su vida…que era capaz de elegir sabiamente su camino.

Llegando al edificio, se sorprendió al mirarlo, era un rascacielos en Park Avenue, la vista no le alcanzaba para mirarlo del todo, recordaba las palabras de Alessa, su marido era un hombre realmente importante, ahora lo comprobaba, entrando casi con la boca abierta de la impresión, se dirigió a la recepción.

– Buenos días, me espera el señor Slorach, soy Astrid Sallow, seré su nueva secretaria – dijo la chica casi con timidez a la joven mujer de la entrada quien la barrio casi con mala fe de arriba abajo para luego mirar la lista de citas.

– Claro, aquí esta su nombre, pase al elevador de la derecha, ese la llevara directamente a la oficina del señor Slorach – dijo con desdén la mujer de cabello rubio.

Sin decir palabra alguna, pero sintiéndose un poco agredida por la actitud de la mujer, Astrid subió por ese elevador sin preguntar en que piso detenerse, aunque la mujer tan solo le había dicho que ese elevador la llevaría directo, recargando su espalda en la pared, suspiro profundamente, sentía su corazón latir con fuerza, estaba nerviosa, quizás demasiado, practicando los ejercicios de respiración que su terapeuta le había enseñado, intentaba calmar su ansiedad creciente.

El elevador se había detenido después de un rato, no se necesitaba ser un genio para intuir que aquel era o debía ser el ultimo piso, las puertas se abrieron para revelar un corto pasillo hacia unas finas y elegantes puertas de roble de gran tamaño, tragando duro, Astrid camino y antes de tocar la puerta una voz en el interior de aquel sitio sonó.

– Adelante, está abierto –

Dijo una voz masculina que de cierto modo le pareció familiar.

Abriendo la puerta pudo ver a un hombre alto de espaldas mirando por aquellos enormes ventanales la vista panorámica de todo New York, incluso, la estatua de la libertad podía verse fácilmente. – Buenos días, soy la señorita Sallow, he venido a la entrevista de trabajo para ser su secretaria – dijo con nerviosismo Astrid.

– Si, lo sé, mi esposa la recomendó bastante, no tiene nada de que preocuparse si hace bien su trabajo, vera señorita Sallow, me gusta que mis empleados trabajen a mi ritmo, me gusta que la eficacia sea del cien por ciento, con esto me refiero a que si necesito algo debo tenerlo en el acto, no tolero fallas de ningún tipo porque yo no las cometo, así que, si esta dispuesta a trabajar bajo presión, entonces el puesto es suyo – dijo Emmett sin mirar a aquella mujer que seria su nueva secretaria y que compartía curiosamente un apellido que habría querido olvidar desde hace mucho tiempo.

Astrid se mordió un poco el labio, el esposo de Alessa parecía ser una persona reacia y difícil de complacer, pero, desesperada por aquel empleo, apretó los puños, aceptaría el reto y demostraría que podía con eso y más.

– Puedo seguir su ritmo, estaré a la altura de lo que me esta pidiendo, no lo decepcionare – respondió Astrid con determinación, aunque su corazón latía tan de prisa que parecía que saltaría para escapar de su pecho debido a los nervios.

Emmett sonrió ante aquella respuesta, ya vería aquella mujer que no le resultaría nada sencillo el complacer cada una de sus demandad, girándose para ver a la que sería su nueva secretaria, se quedo paralizado y con los ojos demasiado abiertos…no era posible…aunque no había revisado a detalle aquel curriculum que le entrego su esposa…aun así, ¿Qué probabilidades había de que ocurriera aquello?

Astrid, sintió que el corazón que hacia solo unos pocos segundos le latía desbocado, se había detenido drásticamente provocándole un pequeño infarto, no, aquello no podía ser posible, ¿O sí?

– Astrid – dijo casi en un hilo de voz Emmett mirando a aquella mujer, sus mas hermosos recuerdos de adolescencia, aunque ya hecha una adulta, su belleza no había disminuido, por el contrario, se había incrementado en demasía, aquellos cabellos azabaches, sus profundos ojos demasiado expresivos, aquel rostro de bellas y delicadas facciones…era ella, no cabía ninguna duda, aquella, era Astrid Sallow, la mujer que desesperadamente durante muchos años, decidió olvidar.

Astrid, no fue capaz de pronunciar palabra alguna…se había quedado muda, la voz había escapado de su garganta debido a la impresión, retrocediendo un par de pasos, negó, ¿Era el? En verdad, ¿Frente a ella estaba de pie aquel muchacho del que nunca pudo olvidarse? La vida era una perra, quizás, la mas grande que existiera…Emmett Slorach, el amor que no pudo ser en sus años de adolescencia…era el esposo de su querida Alessa…y su nuevo jefe.

La vida, para llamarse así tenía desde su perspectiva un solo significado, que era… vivirla con un propósito.

Y aunque en la escala enorme de significados para todas las diferentes personas, Emmett Slorach tenía uno, el propósito que iba a perseguir ahora en adelante era conquistarla a ella, demostrarle que él podía hacer su vida mucho más feliz de lo que lo haría cualquiera…recuperar aquel amor que nunca fue…a cualquier precio.

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