Capítulo 3

Capítulo 3

Estaba intentando limpiar aquellas grotescas manchas de semen que habían ensuciado el sofá y el teléfono sonó una vez más durante esa tarde que se hacía cada vez más helada.

Era mi feminista millonaria y ahí sí que terminé de sentirme bien por completo, puesto que tras el acto de mirar la pantalla aparecía una notificación de mi cuenta de banco y sí, por muy absurdo que pareciese me habían transferido mis primeros cien millones y la cochina mancha de semen pasó en absoluto al decimoquinto plano de mi vida.

— ¡Hola, mi preciosa!—Dije, bastante enternecido y entusiasta y sobre todo feliz — ¿Cómo está?

No recordaba haber estado tan feliz en la vida hasta como en ese momento y era bastante extraño sentirse así, cuestión muy distinta a cuando solía soñarlo despierto. Cien millones eran cien millones y daba lo mismo como se consiguiesen.

— Muy bien aquí —Me respondió—, con mis deditos y tus videitos como única compañía ¿Y tú como estás?

Aquel tono de voz tan sexy me derretía por completo y hacía mucho tiempo qué, más que desesperado por volver a metersela, yo iba mucho más allá en mis planes con ella, tomando en cuenta que solía imaginarmela caminando conmigo por el parque público o algo así durante un no muy domingo por la tarde.

— Si tu quisieras podríamos… 

—Olvídalo, Bruck —Me interrumpió, tal vez adivinando lo que yo iba a decir—.Tengo demasiado trabajo en esto de vengarme del maldito y cochino patriarcado. Tu sabes muy bien que por ahora no podemos vernos porque es demasiado peligroso exponerme. Por suerte están ahí mis millones para poder ahorrarme un montón de dolores de cabeza.

Mi afición a ella era tal que intentaba apoyarla lo más posible en sus planes, incluso muchas veces recibiendo amenazas provenientes de los sectores tradicionalistas de la ciudad. Yo era lo peor de lo peor de los de mi clase. Simplemente me consideraba un devoto de sus ideales y de ella misma más que nada. Ella continuó hablando:

— ¿Qué te pareció Hugan? ¿Crees que él sea el candidato ideal para casarme y así aumentar mis millones? ¿Crees que puedas ayudarme a cazarlo tomando en cuenta que el viejo ese te desea con toda su lujuria homosexual acumulada y reprimida?

Oír aquello no estaba para nada en mis planes e inmediatamente sentí una profunda depresión que penetró por cada rincón de mi alma.

Me sentía acabado.

– Piénsalo, Bruck —Continuó ella—. Hay un montón de dinero en juego y por fin serías un millonario de verdad y no fingir que lo eres por un poquitito que recien tenés ahorrado.

Me daba lo mismo lidiar con el asqueroso de Hugan, pero que ella quisiera casarse con él era otra cosa y no, definitivamente no era algo que estuviese dispuesto a aceptar ni a tolerar.

— Muy bien por ti —Respondí, simulando una profunda seguridad en mi mismo pese a la adversidad que rodeaban a mis despechados sentimientos—. Lo que es yo no pienso ayudarte porque simplemente no puedo. Vas a tener que buscarte a otro.

Hubo un breve silencio que me puso más nervioso de lo normal.

— ¿Pero en qué habíamos quedado, Bruck? ¿No era que tú eres mi perro y yo soy tu zorra y que estamos en esta vida para apoyarnos en nuestras carreras? 

Soy tu cliente además, maldito cochino, aún lo soy. No sólo eres mi perro, aunque me gusta más que seas mi perro. 

— Un perro necesita que su zorra lo saque a pasear al parque público de vez en cuando— Protesté, sufriendo cada una de aquellas palabras de una forma bastante abrupta.

Lo raro de cuando me invadían esas depresiones era que podía hacerme los ánimos como para contrastarla con una buena dosis de carácter que ebullia firmemente de mi en esos momentos de adversidad y si, la felicidad en sí era efímera y tal vez una e****a. La tristeza profunda quedaba reservada para unas cuantas horas más y desde ahí en adelante tal vez ya no iba a haber nadie cerca como para que me sacara de ahí de ese estado tan deplorable al cual me sometía, en base a abundantes cantidades de alcohol y amuchísimas píldoras rojas.

El problema era que andaba demasiado solitario por la vida y prácticamente me aferraba a cualquiera que aceptase mi compañía.

— No seas malo conmigo, Bruck —Me respondió ella, con voz sexy otra vez— ¿Acaso no sabes que esta es una pandemia en la cual no se puede salir mucho de casa?

Luego agregó: 

— ¿Por qué crees que te pido estos videitos? ¿Acaso piensas que ya no te deseo, mi perrito delicioso?

No estaba dispuesto a caer en sus garras tan fácilmente. Estaba harto de que me tuviese como juguete.

— Carok suele decirme que te la pasas en el bar clandestino sanitario, justo en esos momentos en que YO NO PUEDO IR. Encuentro insolitas tus declaraciones al respecto, que quieres que te diga.

Ir ganándole un debate a mi feminista millonaria era una de las máximas satisfacciones intelectuales que podía llegar a aspirar en la vida y sentía que estaba en lo correcto con cada una de las palabras que decía:

— No quiero que hablemos de esto por ahora —Me respondió, como siempre evadiendo mis reproches—. Yo solo quería saber cómo te fue hoy. Solo te llamaba para saber eso, porque es en serio que estoy en plan de trabajo. 

— ¿Como me fue con qué? 

— Con Hugan, por supuesto. Le mostré unos vídeos tuyos y quedó fascinado y me rogó demasiado para que le diera tu contacto. Dijo que estaba dispuesto a pagarte una muy buena cantidad si permitias que el te la chupara. ¿Como se portó contigo ese cabron? 

— La verdad es que todo eso da igual. Con la cantidad que me depositó voy a poder abandonar este trabajo de m****a definitivamente una vez terminada esta misión. No me gustaron mucho las condiciones pero no hay mucho por hacer.

— No seas mal agradecido, Bruck. ¿Acaso no recuerdas cómo vivías cuando te conocí? Pensé que el trauma ese se te había quitado. Además de que no me parece justo que no quieras hacer bien tú trabajo, considerando que fui yo quien te recomendé y a un precio que es definitivamente premium ¿Acaso crees que todos los de tu especie ganan lo mismo que tú?

Por supuesto que recordaba las instancias en las cuales la conocí; Durante aquellos años me dedicaba a la prostitución homosexual y gracias a mi feminista millonaria logré retirarme de ese ambiente, una vez que me oyó discutiendo con una ex novia que no aceptaba mi trabajo. Ella continuó:

— Yo solo quiero que triunfes en esta misión, Bruck. ¿Sabías que Edka es la esposa de Hugan y que ya no necesita estar casado con ella para hacer lo que quiere hacer? 

— No, no lo sabía —Dije burlescamente—. El problema es que nunca ha sido mi estilo eso de seducir en la primera noche. La verdad es que me apesta hacer eso porque me gusta hacer las cosas más inteligentemente. No sé si se entienda. 

— Da lo mismo si se entienda o no se entienda. Tienes que tener claro que tú solo eres un perro que recibe ordenes.

Tras suspirar agregó: 

— No sabes cuánto ansío este maldito divorcio.

Ahí casi rompí en cólera. 

— ¿Por eso es que me van a pagar tanto? —Pregunté, casi llorando de la rabia— ¿Es por eso que quieres que triunfe en esta misión? ¿Me estás utilizando para casarte con él e indemnizarme en el caso de que te ayude a conseguirlo?  

— Calmate, Bruck. Pudiste haber hecho algo para interrumpir esa ambición de matrimonio no aceptando la misión pero no se te ocurrió pensar en eso —Me respondió ella, tranquilamente— ¿No te parece? Ahí se nota que te importa más el dinero que otra cosa. Ya no te creo nada de tus palabras de amor, Bruck. Tus intereses todos giran en torno al dinero. 

— ¡Que estupideces dices, maldita zorra! —Grité — ¡Yo antes de hablar con él no tenía idea de que querías casarte con él y eso tú lo sabes! 

— Debiste haberlo intuido, perro maldito —Siguió ella en su ritmo asquerosamente calmado que estaba adoptando para hablarme— Deberías saber que Hugan es el hombre más millonario de la ciudad y que cualquier chica querría casarse con él. Ya que tu vida gira en torno al cochino dinero deberías saberlo. 

— Giran en torno al dinero porque quiero casarme contigo. ¿Tanto te cuesta entender eso? 

— Tu eres mi perro y yo soy tu zorra, Bruck, que no se te olvide. Que yo sepa aún no cumples ninguna de las otras condiciones que te pedí como para que tengas derecho a pedir mi mano. 

— Estoy ahorrando muchos millones. Si sigo en este trabajo asqueroso es por ti y eso también lo sabes. 

— ¿De qué te sirve estar ahorrando muchos millones si no has hecho nada respecto a lo OTRO que te pedí que hicieras para demostrarme que eres el mejor en lo que haces? Tu sabes que mi máximo deseo es que te retires a lo grande, aunque la verdad es que por mi no permitiría nunca que te retiraras porque de verdad yo amo tu trabajo. Solo por eso no me quiero casar contigo, Bruck, por eso te pedí algo tan imposible. Yo simplemente no quiero que lo consigas, porque si yo acepto te tendrías que retirar del juego, no se si se entiende.

Siempre que llegábamos hasta ese punto de la conversación terminábamos discutiendo progresivamente con mi feminista millonaria hasta que llegaba aquel traumático desenlace inevitable, ya que ella o yo terminabamos cortando la llamada muy enojados y disconformes con nuestras respectivas formas de ser.

— ¿Te refieres a tu hermana esa que es la gobernadora de esta ciudad?— Pregunté, lo más tranquilo que pude. 

— Preferiría que te refirieras a ella como mi hermana lesbiana. Mi hermana lesbiana, que no se te olvide. Esa sería nuestra consagración y ahí sí que feliz me caso contigo y donamos toda mi fortuna a la causa, tal cual como te lo prometí. La idea es vivir de la tuya, pero que yo sepa no has estado ni cerca de llevartela a la cama. Si logras llevartela a la cama si o si me caso contigo. No tienes tantos millones como yo quisiera, pero algo podría hacer para ayudarte a incrementar esos números.

— ¿Por qué querrías que me lleve a la cama a tu hermana lesbiana?

— Por muchas cosas que al menos a tí no deberían interesarte. Por ahora conformate con saber que ese debiese ser tu máximo desafío antes de pensar en casarte conmigo.

Siempre me sorprendía esa calma con la cual hablaba. Nunca sabía si lo hacía en serio o simplemente era que se estaba burlando de mí. 

— ¿Que me lleve a la cama a tu hermana? Nadie me la ha presentado ¿Como quieres que la conozca si ni siquiera he tenido la oportunidad de verla en persona? No creo que sea buena idea ir a pararme afuera de la gobernación. 

—!Ni siquiera te has esforzado en conocerla, maldito! ¡Quieres que una haga todo el trabajo! La idea es que lo logres sin mi ayuda, cabrón.  

— No tengo idea cuáles son los lugares que podría frecuentar en tiempos de pandemia y sabes perfectamente que si me he esforzado en conocerla porque me he paseado por todos los putos lugares de la alta sociedad en esta maldita ciudad.    

— Ya que tu vida gira en torno al sucio y cochino dinero a estas alturas deberías ya conocerla y saber más o menos bien en que ambientes frecuentas. Al parecer no lo sabes y eso significa que aún no estás preparado. 

— ¿Preparado para qué? 

— Preparado para triunfar pues, Bruck. Yo pensé que estabas algo más aventajado en el arte de lo que es acceder a nuestros círculos sociales. Por si fuera poco tienes nulas capacidades para seducir lesbianas, por lo que para la misión esa no tienes ninguna posibilidad. Eres un pobre diablo, Bruck, acéptalo. Jamás vas a poder conseguir mi mano porque solo eres un perro que está diseñado para recibir órdenes.

Pese a todos mis esfuerzos no podía hacer mucho. Me sentía cada vez más miserable e indigno y hasta ahí habían llegado mis ambiciones de vencerla, tanto en el debate que rato atrás teníamos como con mis aspiraciones de renunciar a ella.

Simplemente no me atrevía.

— En fin —Dije, intentando cambiar el tema—. ¿Te dijo algo ese Hugan respecto a mí? 

— Por supuesto que sí. Me llamó inmediatamente una vez que llegaron a acuerdo. Dijo que te tenía muchísima fe y me prometió que si conseguía ese divorcio gracias a tu buena acción podría llegar a casarse conmigo casi instantáneamente. 

Por cada segundo que pasaba el presente se iba volviendo más y más deprimente. Simplemente ya no daba más. 

— Le tengo que cortar, amor mío —Dije, otra vez casi llorando y dispuesto a arrancarme antes de terminar peleando con ella..  

— ¿Vas a prepararte para la misión con Evka? —Me preguntó, muy tiernamente— Te dejé algo de ayuda antes, los libros de Evka estan en tu biblioteca. Los dejé por ahí aquella vez que se me ocurrió plantearle esto a Hugan para que se pudiese liberar de manera legal de esa chica. Son las portadas rosas. 

— Ya no se si quiera hacerlo. En fin. Supongo que es mi último trabajo.

Hubo un silencio que atribuí a algo feo.

— ¿Y qué es lo que puedo hacer yo para que no sea tu último trabajo? —Me preguntó, con voz sexy nuevamente. 

— No se si quiero que hagas algo. 

— ¿Por qué tienes que ser así, maldito perro? ¿Acaso no te conformas con ser mi amante favorito de aquí a la eternidad? 

— Yo me quiero casar contigo. 

— Yo quiero un perro, no un dueño. 

— Yo quiero dejar de trabajar en esto. ¡Sabes que odio este trabajo! 

— Entonces no hay nada más que hablar.

Acto seguido mi feminista millonaria me colgó.

No esperaba para nada aquello y casi perdí el control de mi mismo.

Volví a llamar casi al instante y de una forma bastante dramática y desesperada, puesto que fue lo primero que se le ocurrió a mi pobre e indigno instinto. 

Cada segundo que no me contestaba me sentía cada vez más enfermo y tras una espera interminable al fin lo hizo.

— ¿Que es lo que quieres, perro? Pensé que hasta aquí llegábamos.  

— Queria decirte que lo siento mucho —Dije, intentando controlarme.

Hubo un corto silencio que se me hizo eterno.

— Demuestrame que lo sientes mucho—Me dijo, poniendo otra vez voz sexy.

Al fin sentí algo de alivio y dije lo primero que se me vino a la mente:

— Logré acabar para el inmundo de Hugan pensando en ti, mirándote a ti. ¡Menos mal que no se dio cuenta que te estaba mirando a tí con el otro celular!

Oí el ruido de una taza que se cayó al suelo al otro lado de la comunicación. 

— ¿Que pasó? —Pregunté. 

Mi fragilidad mental estaba siendo absolutamente coherente con los asuntos que NO quería que ocurrieran en mi vida.

— ¡Excediste todos los límites, perro maldito! — Me gritó mi feminista millonaria, de la nada. 

— ¿Pero qué pasa? —Pregunté— ¿Por qué me gritas? 

— ¿Como se te ocurre decirme esas cosas así de sucias? Era para que TÚ la disfrutaras, maldito imbécil, no era para TÚ trabajo ¡Ahora soy yo quien no quiere saber nada más de tí!

Mi feminista millonaria volvió a colgar y ahí sí que me fui al abismo, puesto que durante el último tiempo solía mandarme a cazar mariposas muy a menudo y eso eran síntomas de que ya se estaba cansando de mi.

No me atreví a insistirle.

Por culpa de nuestras discusiones me estaba volviendo cada vez más adicto a las píldoras rojas y a llorar en silencio y en soledad, pensando en que ella era el único motivo por el cual yo sufría por llegar a ser millonario. 

En eso sonó mi teléfono y me incorporé violentamente. Era Hugan.

— ¡Miserable Gigoló! — Me dijo, tras soltar una violenta carcajada— Afuera de mi edificio hay un par de mis hombres esperándote por si es que has decidido fallar.

No podía. Simplemente no podía. 

— Soy un perro fiel que está a sus órdenes, Mister Hugan— Respondí, con un nudo en la garganta que contradecía enormemente mis ganas de no sentirme cosificado.

— Así me gusta, Bruck. Tu feminista millonaria me dijo que podía confiar en ti. En un par de horas te quiero en el bar clandestino sanitario. Supongo que sabes por qué todas nuestras operaciones se ejecutan allá.  

— Supongo que sé.  

— Muy bien, miserable gigoló. Ahora tienes que tratar de dormir un rato. Tus ojeras apestan, ¿Lo sabías?

Luego Hugan colgó y me fui casi corriendo a la cama y apagué las luces y todo con el fin de decidir que hacer con mi vida de ahí en adelante.

Solo estaba seguro de las decisiones que NO me atrevía a tomar.


Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo