Capítulo seis

Estaba en mi cama durmiendo plácidamente, me sentía incómoda en mi propia cama, di vueltas de un lado a otro de la cama y poco a poco fui abriendo los ojos hasta que lo vi, ¡Era Alex! Estaba sentado sobre la cama observándome, pegué un grito de susto y me acomodé, pero, ¿qué hacía en mi cama?

—¡Dios, jefe! ¿Qué hace aquí? —aparté los mechones de pelo de mi frente, podía imaginarme lo horrible que me veía.

—Lo siento, no pretendía asustarte, ¿estás bien? —y encima se preocupaba.

—No lo sé, ¿qué quiere, señor?

—Quería saber si se sentía cómoda aquí. —lo miré estupefacta.

—¿Y eso es todo?

—¿No entiendo a qué te refieres?

—Le recuerdo que vivo aquí, pudo preguntármelo en cualquier otro momento.

—Lo sé, pero no habría estado seguro de ello, debía probarlo con mis propios ojos. —por favor espero estar soñando porque esto no puede ser real, no puede existir alguien así.

—¿Y?

—Creo que lo llevas bien. —estuve a punto de gritar. De pronto me miró raro.

—¿Qué ocurre? —pregunté empezando a asustarme.

—Se te ha pegado un trocito de tela en el pelo, permíteme. —observé cómo estrechaba su mano hacia mi pelo y quitaba la tela. De repente y sin mi control se me pusieron las mejillas sonrojadas, no me culpen, a qué chica no le pasaría lo mismo con un tipo increíblemente atractivo sobre su cama. —Tus mejillas se han puesto rojas.

Lo miré a la cara, a esa cara inexpresiva como si no supiera lo que sucedía.

—¿Te has mirado alguna vez en el espejo?

—¿Insinúas que te parezco atractivo? —preguntó incrédulo, pero si es para matarlo. Me puse de pie y abrí la puerta.

—Ya no lo aguanto, por favor quiero que salga de mi cuarto, y se lo digo con todo el respeto del mundo, de hecho, es mi jefe. 

—Te entiendo—se puso de pie y se acercó a la puerta donde estaba yo. — Siento de verdad haberte molestado, aunque, me gusta tu pijama.

Salió de mi cuarto y cerré la puerta toda frustrada, al menos si sonriera sabría cuándo está bromeando o siendo irónico, pero es que ese hombre nunca se reía ni sonreía, estaba siempre serio. 

Miré la hora, tenía que preparar al niño para la escuela. Salí de mi cuarto para dirigirme al de Hazel cuando escuché voces en el salón y me entró curiosidad por saber de qué se trataba, bajé unos cuantos escalones y vi que a Alex lo estaban ofreciendo un sobre. Dejé mi curiosidad a un lado y volví a subir los escalones para hacer mi trabajo. Entré en el cuarto de Hazel y lo ayudé a prepararse, le ordené su mochila y juntos bajamos a la cocina para que desayunara antes de irse a la escuela. Cloe le hizo el desayuno y cuando hubo acabado lo acompañé hasta el patio donde lo estaría esperando Alfred. Lo encontramos fuera con Alex, pensé que a estas alturas ya se habría marchado a trabajar y yo seguía con mi pinta horrible. Le estaba dando algunas instrucciones a Alfred y seguía con el misterioso sobre sin abrir. Cuando nos vio se nos acercó, especialmente al niño inclinándose ante él.

—Hola, hombrecito — le saludó— ¿dormiste bien?

—Sí, papá.

—Bien, hoy se celebra el cumpleaños de tu primo Sam y le gustaría que acudieras , ¿qué me dices? ¿Te gustaría estar con él? —Hazel asintió— Después de clase Alfred os llevará donde Berman a conseguir algo de ropa.

—¿No irás con nosotros?

—Ahm, ya pasaré por allí más tarde. — pasó sus dedos por su pelo. —Ahora ve a clase y pórtate bien, ¿de acuerdo?

Hazel asintió. Alex se puso de pie y lo condujo hasta el coche, lo ayudó a meterse en él y cerró la puerta. Se acercó a mí.

—Siento lo ocurrido esta mañana.

—Yo también. -—contesté, esto estaba siendo un progreso. —Cuando hablaba con el niño dijo: "os", ¿se refería a mí también? —quise saber.

—Eres su niñera, estarás con él. —era una afirmación y no había nada que hacer y mucho menos negarme a aceptar ropa que iba a pagar él. — ¿Algo más?

— No. —sacudí la cabeza.

—Bien. —se volvió a su coche y lo vi alejarse por la reja del patio.

Subí a mi cuarto, me metí en el baño para darme una ducha y mientras lo hacía se me vino a la mente el incidente de esa mañana.

Después de cambiarme bajé a la cocina a hacerles compañía a Cloe y Celestina, pregunté por Sam.

—Es el sobrino de Eric, amigo y abogado de Alex. —me contó Cloe. — Son muy buena gente.

Al menos él tenía amigos y me preguntaba si él conocía sus secretos; obviamente los conocería si aparte de ser su amigo era su abogado, ¿por qué no me sorprendía? Si al menos supiera qué le había sucedido a la madre de Hazel me sentiría mucho más tranquila, pero todos aquí estaban dispuestos a ocultarlo y no solo a mí, sino a su propio hijo, ¿tan malo era eso que le había sucedido? ¿Qué podría ser peor que la muerte? Mi hermana y yo perdimos a nuestra madre cuando yo solo tenía diez años y ella trece, sé lo que se siente. Mi padre se quedó desolado, pero hoy en día lo tenemos superado, aunque nunca nos olvidamos de ella. En momentos cuando sueño con ella, deseo que sea real, que siga aquí con nosotros, pero no sucede. Nos separamos de nuestro padre cuando tuvimos que irnos a la universidad, terminamos instalándonos aquí en otra ciudad distinta y nos hablamos a menudo, mas cuando se nos presenta la oportunidad le hacemos una visita y procuramos pasarla bien. Es lógico que el niño desee estar con su madre, pero no era así, me preguntaba si al final será cierto que lo abandonó y que esa era la verdad de que quisieran ocultárselo.

Me pasé la mayor parte del día pensando en eso y en hacerle compañía a las criadas que no me di cuenta de la hora hasta que Alfred me informó que teníamos que ir a por el niño y pasar por el estilista, volvería a ver a Berman, quién lo diría.

Me despedí de las chicas y junto con Alfred me subí al auto. Él condujo hasta que llegamos a la escuela donde asistía Hazel. Me bajé del auto y entré en el edificio mientras Alfredo se quedaba a esperar junto al coche. Hazel estaba aguardando en el pasillo, cuando me vio se puso de pie y me alcanzó. Me agache y le di un abrazo que fue correspondo.

—¿Qué tal tu día?

—Bien.

—No te peleaste de nuevo ¿verdad? — negó con la cabeza. —Buen chico— le sonreí —¿nos vamos?

—Sí.

Nos subimos al auto y Alfred nos condujo al local de Berman. Cuando al fin llegamos, nos bajamos del auto, no entendía la prisa de Hazel, iba por delante de mí dando pasos largos mientras se subía los escalones. Ya delante él abrió la puerta y entró, yo ek cambio lo hice después de él. Dentro del local encontramos a Berman, cuando Hazel lo vio corrió a sus brazos y éste lo alzó con una gran sonrisa en los labios.

—¡Pero cuánto has crecido muchacho! —le dijo al niño.

—Bern, la semana pasada estuve aquí. —le contestó.

—¿Ah si? —asintió Hazel con una sonrisa, qué bonito se veía—Juraría que fue hace unos meses, pero si dices lo contrario no te lo discutiré. A ver, ¿qué me has traído? —esa última palabra la dijo despacio cuando fijó su mirada en mí. —Tú. —concluyó.

—Hola a ti también, Berman. —le saludé.

—¿Ya os conocéis? —preguntó el niño.

—¿Te refieres a la asesina de la moda? —puse los ojos en blanco — Pues misteriosamente sí, ¿quién lo diría verdad? —Hazel sonrió, el humor de ese hombre era de lo más sorprendente. Depositó al niño en el suelo. —A ver, ¿qué puedo hacer por vosotros? ¿Fiesta, boda, viaje, concierto...?

—Cumpleaños. —le dijo Hazel.

—Ah.

—Para niños. —argumenté.

—¿Y eso a qué viene?

—No lo sé, ¿tal ver para ayudarle a recordar que no soy la protagonista? Solo necesito algo, lo más sencillo que se te pueda ocurrir si es posible. En cambio, a Hazel puedes convertirlo en un príncipe.

—Muy graciosa. —dijo con una sonrisa irónica. —Pero manos a la obra. Hombrecito, ya sabes dónde encontrar los chuches mientras te busco algo.

—Ajá —se separó de nosotros y se adentró por una puerta de la que no me había percatado hasta entonces.

—Así que conseguiste el trabajo y nada menos que de niñera. —habló mientras buscaba la ropa, como la última vez.

—Así es.

—Te felicito, de verdad, el niño se lo merece.

—Gracias.

Al rato nos consiguió la ropa adecuada. Yo, esta vez lo ayudé y opté por unos vaqueros negros y una camisa holgada acompañado de unos tacones, una elección suya claro, yo, en cambio no estaba acostumbrada a ellos. Insistió en que debían arreglarme el pelo y le hice caso. Una hora después me veía distinta y Hazel estaba hermoso con su trajecito que le quedaba a la perfección. 

Nos despedimos de Berman y subimos al auto. Alfred nos acompañó a la casa del cumpleañero.

Alexander Laurent

Esta mañana había recibido una denuncia de parte de los padres de Celeste, la madre de Hazel. La idea de que quisieran quitarme a mi hijo por lo que le había pasado a ella me sacaba de quicio, no entendía cómo podían acusarme de algo tan horrible como aquello ni la idea de que quisieran arrebatarme a Hazel; entendía perfectamente que se sentían dolidos y quisieran verme sufrir, pero por mi hijo sería capaz de cualquier cosa. Sé que no parezco el padre ejemplar para muchos y pueda parecer totalmente exigente, pero es todo lo que tengo y no pienso perderlo. Después del accidente de su madre me distancié un poco de él y me concentré tanto en mi trabajo lo reconozco, pero eso era porque cada vez que lo veía me recordaba a ella y al hecho de que no fui capaz de confesarle lo que realmente le pasó a su madre, me imagino lo muy destrozado que se encontrará por eso, pero estoy seguro de que lo superaremos juntos.

De pronto llamaron a mi puerta y volví a la realidad, por ella apareció Eric, el único en quien podía confiar hasta el momento, sabía que podía confiar siempre en él y hasta ahora no me había demostrado lo contrario.

—Hola tío, ¿esa belleza de allí es tu secretaria? —preguntó sentándose frente a mí —No la había visto antes, está buenísima. —negué con la cabeza.

—No sé de quién me hablas.

—¿Te encuentras bien? Te noto raro.

Sin demora le entregué la carta de denuncia. Éste la tomó dudoso y la abrió, lo observé leerla con detenimiento, después de hacerlo habló.

—¿Tus suegros quieren quitarte a tu hijo?

—No los llames así y dime, ¿crees que pueden hacerlo?

—Amigo, todo es posible, pero déjame decirte que no se lo permitiremos.

—Entonces como abogado, ¿cuál crees que sería su argumento para arrebatarme a mi hijo.

—Con los abuelos cualquier cosa, como por ejemplo que le dedicas más tiempo a tu trabajo que a tu hijo, ya sabes que están jubilados y se creen que todos pueden pasarse la vida entera en casa.

—Tengo una niñera—le recordé —no está totalmente solo.

—Es cierto, pero no es suficiente, solo es una niñera y es aún peor si siguen culpándote del accidente de su hija.

—Sabes que no tuve nada que ver con lo que pasó.

—Lo sé muy bien, pero será su palabra contra la nuestra, es muy probable que el jurado crea en su versión teniendo en cuenta que nadie estuvo cuando ocurrió lo sucedido excepto tú, entonces tenemos que ser más listo que ellos.

Todo lo que me estaba diciendo me hervía la sangre, pero tenía toda la razón, yo estuve cuando Celeste tuvo el accidente en mi casa, si al menos ella pudiera estar aquí todo resultaría más fácil para todos y no tendríamos que pasar por todo eso.

—¿Y como abogado qué me sugieres?

—Hay muchas posibilidades pero la única y más segura es que te cases.

—¿Cómo? —esa sugerencia suya me tomó desprevenido, ¿cómo pensaría que me iba a querer casar con todo el desastre que había en mi vida?

—Sé que no te gusta la idea, pero es la manera más eficaz de que te quedes con tu hijo sin que sus abuelos puedan quitártelo, como mucho solo podréis acordar algunos días con los que puedan estar con él, pero no quedárselo.

—¿Y cómo crees que voy a hacer eso?

—No es necesario que tengas pareja, puedes alquilar a cualquiera solo por un año, obviamente el matrimonio está anulado si no lo consumáis y los dos sabemos que ese no es tu problema. En internet encontrarías a muchas que por pasta no se lo pensarían.

—No me gusta la idea, debe haber otra manera, no quiero meter a mi hijo en eso—pasé mis dedos por mi pelo, estaba frustrado, no me creía lo que me estaba pasando, por primera vez me sentía impotente y eso no era normal.

—Debes pensártelo bien, y si al final te resulta imposible encontraremos otra manera. ¿Por qué no nos vamos al cumple y te despejas las ideas?

—Claro, el cumpleaños. —miré la hora, daban las cuatro y media.

—No querrás que mi hermana nos mate. 

Salimos de mi despacho y cruzamos los pasillos para dirigirnos al ascensor.

Llegamos a la casa de Érica, sí, ella y mi mejor amigo eran mellizos, pero al menos ella se tomaba más la vida en serio, estaba casada y tenía un hijo que en ese preciso momento cumplía siete años. En cambio, Eric, ahora a sus 29 años había estudiado demasiado llegando a ser un buen abogado, pero era incapaz de tomarse la vida en serio como para molestarse en formar una familia o tener una pareja estable cuando, según él, por allí habían chicas que lo esperaban y no le importaba con quién se acostaba si al día siguiente no tenía que volver a verla; sé que a veces me pregunto cómo alguien como él podía haber acabado siendo mi mejor amigo, pero es que aparte de todo eso era una persona maravillosa y agradable a quien conocí en la universidad y nos ayudamos mutuamente. 

Entramos en la casa, la cual estaba abarrotada de niños.

—Al fin llegáis, pensé que tendría que ir a por vosotros. —Érica se encontraba junto a nosotros—Supongo que ya conocéis las normas, Eric no intentará conquistar a ninguna madre que crea que es soltera y tú, Alex, no me arruinarás la fiesta intentando encontrar fallos o errores, ¿me entendéis? —Eric se encogió de hombros y puso cara de quien no sabía de qué le estaban hablando. — Sabes perfectamente de lo que estoy hablando y sin añadir nada más, bienvenidos al cumpleaños de Sam. — dijo con una sonrisa mostrándonos el salón.

—Pero es que la mayoría de ellas estan buenas. —me dijo Eric al oído.

—¡Eric! —le regañó su hermana.

—Bien, bien, me volveré ciego por unas horas.

Érica se alejó de nosotros.

—Tienes suerte de no tener hermanas, son unas pesadas. 

Habló mi amigo mientras se acercaba a la mesa de alimentos y se llevaba una patata frita a la boca. 

—Papá, viniste. —Hazel estaba junto a mí.

—Hola, Capitán América, choca esos cinco. —Eric y Hazel hicieron unos choques raros con los puños, como siempre, me agaché ante él.

—¿Qué tal lo pasas? ¿Te diviertes? 

—Sí.

—Tienes algo pegado en la mejilla. — no podía evitarlo, detestaba la suciedad

—¿Sabías que a Freya le gustan los regalices? —me dijo mientras me disponía a limpiarle.

—No.

—Ha comido unos cuantos.

—Oye, Capi. —llamó Eric—¿Esa tal Freya es tu niñera?

—Aja.

—No será aquella preciosidad que se está acercando a nosotros ¿verdad?

Los dos desviamos la mirada hacia donde miraba Eric, al principio me resultó difícil reconocerla, solo tenía el cabello distinto de lo que recordaba y reconozco que estaba hermosa, la verdad es que siempre me lo pareció, desde aquella vez que la conocí de esa manera desagradable y que al final había acabado siendo la niñera de mi hijo. Me parecía una persona agradable a quien no me hubiera gustado que formara parte de todo lo que sucedía en mi familia, sin embargo, también era consciente de que a mi hijo le venía bien alguien como ella, era especial.

Me puse en pie cuando estuvo junto a nosotros.

—Hola. —saludó con esa sonrisa que te hacía creer que todo saldría bien.

—Hola, soy Eric, su único y mejor amigo. —Le tendió la mano y ella lo saludó encantada.

—Un gusto conocerlo.

—El placer es mío.

Freya

Me encantó mucho la idea de conocer al amigo de Alex, sobre todo después de conocer a su hermana que era maravillosa. Se acercó a Alex y le dijo algo al oído, no podía saber de qué se trataba, pero no pareció gustarle a mi jefe.

—¿Ocurre algo? —pregunté, pensé que debía hacerlo.

—No. —cortó Alex. —podéis seguir con la fiesta.

—Oye, Freya, ¿podemos hablar un rato? —Alex lo miró de mala manera, aunque éste lo ignoró, si a él le disgustaba lo que podría decirme tal vez no debería hacerle caso.

—Creo que debo seguir haciendo mi trabajo, cuidar de Hazel.

—Créeme, es muy urgente, no tienes que preocuparte por el niño, es una fiesta y se está divirtiendo. 

—Oye, Hazel, —habló Alex derrotado. — ¿Qué tal si le haces compañía a Sam? Tengo que decirle algo a Freya. Y no comas mucho dulce.

—De acuerdo.

Observó cómo se estaba marchando el niño y volvió su mirada hacia mí. ahora sí me estaban preocupando, no sabía que podría estar pasando.

—Por favor, acompáñanos.

Salimos del salón y los seguí hasta la cocina. Me senté en una de las sillas, pero ellos no.

—Me estáis preocupando ¿vais a despedirme?

—Si te despidiera yo mismo te contrataría.

—Eric, cállate que no es el momento.

—Cierto, lo siento. —se disculpó aunque tuvieron su transcurrir unos segundo antes de que Alex comenzara a hablar.

—Esta mañana recibí un paquete. — me acordé de ello, pero no sabía de qué se trataba. —Los abuelos de Hazel piden por su custodia completa.

—¿Cómo? —no tenía ni voz, oír eso era algo que no podía imaginarme, ¿cómo podían hacer ellos algo así? — Pero, ¿por qué?

—Le culpan por lo que le pasó a la madre del niño —explicó Eric.

—Entonces, ¿es cierto que está muerta? —los dos me miraron sorprendidos y en ese momento me arrepentí de haber hecho esa pregunta.

—¿De dónde sacaste eso? —preguntó Alex.

—Es que como nadie quiere hablar del caso pues pensé que es lo que había sucedido.

—No está muerta. —me alivie al escuchar eso de la boca de Eric. —Está en coma desde hace justo un año —pero eso último no fue agradable escucharlo.

—¿Por... por qué? ¿Qué pasó? —yo con la curiosidad no tenía maneras.

—Un accidente, en casa.

—La cuestión es que sus padres le echan la culpa de algo que no fue culpa suya y para castigarlo quieren quitarle el niño.

Me quedé sin palabras al escuchar eso, no podían quitarle al niño, era su padre, ¿es que no pensaban en lo que podía querer el mismo niño? No tenía a su madre y querían arrebatarle igualmente a su padre, eso no era justo, por no mencionar que eso implicaba que no volvería seguir trabajando ni mucho menos volvería a estar con Hazel con el cariño que le había cogido en esos cuatro días, no quería perderlo.

—Pero eres su abogado, harás algo para impedirlo— dije angustiada.

—Si se casa será más fácil llevar el caso.

—No entiendo.

—Tiene que formar una familia estable que sirva de coartada para quedarse con su hijo.

—¿Y qué tengo que ver con todo eso?

—A él no le parece bien esa idea y me preguntaba si estabas dispuesta a convencerlo, porque supongo que te importa Hazel, ¿cierto?

Sí que me importaba Hazel y mucho, pero ¿qué podía hacer yo?, Alex no era de ese tipo de personas que se convencía tan fácilmente.

—Me gustaría, pero no sé cómo. — miré a Alex que daba vueltas de un lado para otro, podía imaginarme por lo que estaría pasando en esos momentos.

—No tienes que hacer nada. —dijo al final Alex. —Solo quería que lo supieras por si...no ganamos el caso.

—¿Pero qué estás diciendo? ¿Yo nunca pierdo mis casos y ese lo ganaré a como dé lugar? —ahora estaba más serio de lo que me parecía hasta entonces. Se volvió a mí. —Dime Freya, ¿estarías dispuesta a casarte con él para que no le quiten al niño?

Me quedé en sock cuando me sugirió aquello, ¿yo casada con Alex? Debía de estar alucinando, quizás preguntó otra cosa y yo lo entendí de otra manera. Miré a Eric, él me miraba interrogante esperando que le dijera algo, ¿estaría mal que le pidiera repetir la pregunta para no parecer una tonta al contestar a una pregunta que no me habían hecho?

—No tienes que hacerle caso. —habló Alex a quien también le tomó desprevenido dicha sugerencia.

Entonces era real, querían que me casara con mi jefe para impedir que le quitaran al niño, esto no podía estar pasándome. Tal vez me sintiera muy atraída por mi jefe, ¿pero casarme falsamente con él? ¿cómo se hace eso? ¿seguiríamos viviendo en una misma casa como si nada? ¿y si metía la pata y alguien se enteraba de que nuestro matrimonio era falso qué pasaría conmigo? Además, ¿por qué me lo pedían a mí? Cada vez se me formaban más preguntas en la cabeza, iba a explotar.

 Siempre me imaginé que si tenía que casarme sería con alguien con quien estuviera realmente enamorada y que me quisiera de verdad y no que fuera de esa manera. Me tomó un buen rato pensar en eso.

—Es lo mejor, —continuó Eric—si no os amáis os resultará más fácil, la boda solo será una tapadera, os casareis y tú seguirás con tu trabajo de niñera, sé que Hazel te aprecia y lo aceptará si se lo explicais, no consumiréis vuestro matrimonio y en un año podréis separaros si quereis y cada uno seguirá con su vida como hasta ahora, no le encuentro ningún inconveniente.

Diciéndolo así tenía mucho sentido. Pero es que a mí me gustaba Alex, inexplicablemente, ¿cómo podría soportar algo así? Miré a Alex que a su vez me estaba mirando pensando lo mismo que yo, supongo, y no me refiero a lo último, conociéndolo tan poco como lo conocía, era normal pensar que no se fijaría en mí como alguien con la que quisiera formar su vida. Iba a decir algo cuando de pronto entró Érica por la puerta.

—Bien, estáis aquí, ¿está Hazel con vosotros?

—No, ¿por qué? —preguntó Alex.

—No lo encuentro por ningún lado.

—¿Qué?

—Pregunté por él y me dijo Sam que se subió al coche con una señora.

Vimos como Alex salía a toda prisa de la cocina y cruzaba el salón para salir fuera. Lo seguimos, pero fuera no había nadie. Lo habían llevado y fue entonces cuando supe lo que se sentiría estar sin Hazel.

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