Peleas infantiles

Me levanté con desgana y fui al comedor, nuestra casa era grande y la mesa estaba en proporción, todos los que acudieron a la velada, estaban perfectamente acomodados, sólo había un lugar vacío para mí… ¿y adivinen qué? Justo al lado izquierdo de Aitor.

Apreté los dientes y sin más ni menos, me senté. Lo miré de reojo y contemplé su sonrisa burlesca con fastidio.

Cada quien se sirvió en su plato y comenzó a comer, algunos callados y otros charlando entre espacio amigablemente. Yo sólo me limitaba a mirar mi cena sin muchas ganas y picarla con el tenedor, hasta que escuché un largo suspiro que llamó mi atención.

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