Un sedán negro se detuvo bajo las farolas que iluminaban la oscuridad.
Rubén abrió la puerta del conductor, fue directamente al asiento trasero y abrió la puerta.
Luego, Damián, vestido con un traje negro y un abrigo fino, salió del asiento trasero.
Había estado fuera del trabajo durante unos días mientras estaba hospitalizado y se encontraba en una situación en la que le faltaban 10 manos para manejar la acumulación de trabajo.
Hoy se quedó en la oficina todo el día y no regresé a casa hasta tarde en la noche.
Damián, con una expresión ligeramente cansada en su rostro, habló con Rubén.
—Gracias por tu duro trabajo. Entrare.
—Entra con cuidado. Vicepresidente.
Dejando atrás a Rubén, quien inclinó la cabeza, Damián se dirigió hacia su casa.
Abrí la sólida pero majestuosa puerta principal y entré.
Damián, que pasaba por el jardín camino a la casa principal, se detuvo.
Esto se debió a que vi una cara familiar en un lado del jardín con una iluminación tenue aquí y allá.
Tan pronto