En la noche, Sofía y Julio yacían en una gran cama, ambos un tanto incómodos. La incomodidad no se debía a la vergüenza o cualquier otra cosa, sino a la desconcertante disposición de Rafael. Entre ellos no había pasado nada, y la acción de Rafael resultaba completamente innecesaria, haciéndolos sentir incómodos.
—Sofi— Julio abrazó a Sofía desde atrás, —ve a dormir.
—Mmm— Sofía respondió, apartando todos los pensamientos caóticos de su mente, cerró los ojos y se sumió en un profundo sueño.
Julio, al sentir que Sofía se quedaba dormida en sus brazos, se sintió un poco frustrado. Ahora que Sofía dormía, él era el que no podía conciliar el sueño.
Al día siguiente, cuando Sofía se despertó, Julio ya estaba despierto.
— ¿No dormiste bien?— Sofía se sorprendió al ver a Julio ligeramente cansado, incluso con círculos oscuros bajo los ojos, encontrándolo extraño. ¿No habían dormido temprano anoche? ¿Cómo es que él mostraba estos signos?
Julio la miró con resentimiento.
—No soy como ciertas pe