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Su última experiencia onírica lo dejó como un completo mártir. Cada mañana padecía de desvelos continuos y dolores de cabeza, mientras que por la noche la intranquilidad aumentaba, depositándolo en un sendero de ansiedad y temor que parecía infinito. Sabía que todo eso se debía a la incapacidad de soltarle la verdad a su amada, pues la naturaleza sádica de su interior solo se dedicaba a oprimirlo constantemente, obligándolo a permanecer callado.
Le preocupaba que su esencia fuera absorbida por el cariño que sentía por Sue. Con amargura recordaba el día en el que se había dejado doblegar por