Jaque mate. Maldito arrogante.
—Te juro que será la última. Responde.
—Quería que le diera una explicación de por qué la mandaba a Chicago a estudiar su carrera y por qué la despedía de su trabajo como mi secretaria.
Dios mío. Creí que la mandaría a Oregón. Chicago era una buena opción, aunque sólo quedaba a dos horas en avión de New York hasta allí.
—¿Despediste a Rose? —una sonrisa ancha y triunfal floreció de mis labios y traté de ocultarla para no parecer una tonta.
—No la despedí por ti, Ada —auch, eso dolió—. La chica era mala y me hizo perder horarios de juntas importantes por estar con la cara pegada