Aquel día, luego de que Amaro lograra calmar a Alessia después de esa brutalidad que le dijo, siguió el trayecto de regreso por completo en silencio. Al llegar, Alessia se metió a su cuarto a procesar todo a través del violín y le dio un beso sencillo a Amaro a modo de despedida, porque era obvio que tenía que irse a Viena.
Dos días prometió quedarse y dos días se quedó, porque no soportaba estar lejos de ella, pero en especial porque las llamadas con Alessia estaban muy raras. Cruza la puerta y corre a la habitación de Alessia, en donde se encuentra las maletas de ella en la entrada y a ella sentada en la terraza, mirando al claro.
Amaro siente que su mundo se está abriendo bajo sus pies, las manos comienzan a sudarle y la posibilidad de que de nuevo lo abandone la mujer que ama, lo tiene al borde del abismo. Camina con rapidez hacia ella, pero la actitud de Alessia lo desconcie