Capítulo 1

Camila

Observaba a mi alrededor con cierta melancolía a varias parejas dándose besos y demás cursilerías. Ver aquello hacía que mi ser se entristeciera y se culpara por haber dañado al hombre que me entregó su corazón, en mi estúpida forma de "protegerlo" de mi padre. Irónico, por un momento olvidé que él era un hombre peligroso y muy poderoso, creí las palabras de mi padre. Cómo una niña ingenua.

A mi mente llegaron múltiples recuerdos de cómo lo conocí y todos los altibajos que logramos superar, pero, quizás el último, fui débil y no pude enfrentarlo, y busqué la salida más fácil.

Solté un suspiro al recordarlo y sin poder evitarlo una lagrima rodó por una de mis mejillas.

Dmitry tenía 23 años y yo 17 cuando nos conocimos y aunque la forma en que nos conocimos no fue de lo más normal.

Tenía miedo, mucho miedo, mis manos temblaban y no podía hablar.

El chofer de mi padre había ido por mi al instituto como era costumbre, todo iba con normalidad hasta que unos autos negros comenzaron a seguirnos, Carlos, el chofer tratando de perderlo condujo por calles desconocidas hasta dar en un lugar desconocido quedando sin salida y atrapados por aquellos que nos seguían.

Gente armada bajó de aquellos vehículos, dispararon a nuestro auto, gritaba cada que escuchaba el ruido escandaloso de las armas, lloraba llena de pánico, no quería morir.

—Escóndanse entre los asientos, señorita —me dijo Carlos mientas intentaba cubrirse.

Pero ya era tarde, un hombre de traje negro, con un pasamontañas en su cabeza se acercó al auto y le disparó en la cabeza a Carlos, quitándole la vida de inmediato.

Lloré y grité, estaba desesperada, lo único que deseaba era que todo aquello fuera una pesadilla y que despertaría en mi habitación y solo diría "Fue un mal sueño" y volvería a dormir.

Para mi desgracia aquella era mi realidad, pensé que moriría ese día, el hombre de traje negro abrió la puerta del auto y me sacó de un jalón.

—Ven aquí, mocosa —dijo agarrándome fuerte de mi brazo.

—Ay —me quejé

—Al fin tenemos a la hija de Alessandro Ferretti, a ver cuánto dinero da tu papi por ti.

El resto de los hombres armados vitorearon, el hombre me empujó al suelo, caí de rodillas a este y solté un grito de dolor al lastimarme las rodillas contra el suelo.

—Pero primero vamos a divertirnos contigo —dijo causando un escalofrío en mi.

Sentí como mi cuerpo se paralizaba al entender esa referencia, iban a violarme. Negándome a esa posibilidad me levanté de inmediato y alcé carrera lejos de ellos, sabía que era algo inútil, pero iba a luchar hasta lo último para impedir acto tan repugnante y asqueroso.

—Agarren a esa perra —gritó el hombre de traje.

Un grupo de ellos comenzó a seguirme, mi respiración tan agitada no me permitía ir más rápido y estaban a nada de alcanzarme. Perdí las esperanzas de salvarme de aquello, pero mis ojos casi brillaron cuando vi un auto acercarse.

—¡Ayuda! ¡Ayúdenme por favor! —grité desde lo más profundo, deseando con todo mi corazón que me escuchasen.

Unas manos envolvieron mi boca, impidiendo que volviese a gritar, me tomaron fuertemente de la cintura y me elevaron del suelo, pataleé para que me soltaran pero fue en vano, mordí su mano y entonces el asqueroso soltó mi boca dándome oportunidad de volver a pedir ayuda.

—¡Ayúdenme por favor!

Y entonces el auto se detuvo.

Para mi sorpresa los hombres ni se inmutaron y me llevaron de regreso al grupo de hombres, donde me esperaban con una sonrisa escalofriante, nunca olvidaría esas caras asquerosas.

—Pensaste que ibas a escapar de nosotros, chiquilla —rió —ahora llorarás pero de placer.

Lloré y pataleé, pero no me soltaron, me tiraron al suelo y uno de ellos se ubicó sobre mi, tomó mis manos con fuerza y con sus piernas inmovilizó las mías, sentí que todo se derrumbaba a mi alrededor cuando esa voz se hizo escuchar entre las demás.

—Suéltenla —su voz varonil hizo callar las risas de los demás.

—No te metas y déjanos divertirnos si quiere conservar tu vida —habló el hombre de traje.

—Dije que la suelten —rugió.

—Vete ¿me oíste?

El hombre de encima se levantó, me tomó del brazo y me levantó bruscamente. Pude ver al hombre que les decía que me soltaran, estaba completamente serio, le sostenía la mirada al enmascarado sin dejarse intimidar.

—¡Suéltala! —exclamó en un fuerte rugido.

—Mátenlo —ordenó el hombre de traje.

Pero aquel hombre, que parecía ser mi salvador, no venía solo, traía al menos seis hombres consigo y todos ellos sacaron sus armas y dispararon a mis secuestradores antes de que estos pudiesen reaccionar.

—¿Acaso no sabes quien soy? —preguntó él con una sonrisa espeluznante.

Vi él pánico en los hombres que aún quedaban vivos, el enmascarado bajó de inmediato el arma como si estuviera reconociendo a aquel hombre.

—Soy Dmitry Ivankov y me van a entregar ahora mismo a la chica —dijo respondiéndose él mismo.

El hombre que me tenía agarrada me soltó de inmediato.

—No sabíamos que era usted señor —respondió uno de ellos.

El Dmitry, que ahora no sabía si era mi salvador o mi nuevo secuestrador, se acercó a mi y con delicadeza me tomó de la mano.

—Tranquila, estás a salvo.

Y ahí comenzó todo, lo fui conociendo y me enamoré de él y él de mi, todo parecía ser color de rosa hasta que el primer altibajo llegó; mi padre se impuso a nuestra relación.

Sin embargo eso no me importó. Mantuvimos nuestra relación en secreto, a espalda de mi padre. Fueron ocho meses así, hasta el día de mi cumpleaños número dieciocho. Dmitry me propuso que viviéramos juntos y la idea me fascinó hasta el punto de aceptar. Y allí fue donde llegó el segundo altibajo, mi padre se enteró y se puso como loco, pero no me importó mucho ya que estaba perdidamente enamorada de él.

Lo que no sabía era que el hombre que yo amaba, era un mafioso. Pero era tan grande el amor que le tenía que cuando me enteré no me importó y seguí con él, aceptándolo tal cual era.

Pero meses después llegó el último altibajo, mi padre se enteró que él era un mafioso y no uno cualquiera, era el más buscado de todo el continente, él se hacía llamar el "El Jefe de Jefes".

Mi padre me obligó a dejarlo, amenazándome con mandarme a otro continente y hacer un trato con un enemigo de Dmitry si no lo dejaba.

Sentía que mi vida se derrumbaba ante mis pies, todo lo que había vivido en esos meses se me drenaba en las manos, la única forma de que mi padre no me enviara a otro país y que no le hicierán daño a Dmitry, era destrozando su corazón.

Aún recuerdo que le dije que yo nunca le había amado y no sentía nada por él. Recuerdo su mirada llena de dolor, decepción y desilusión. Le había roto el corazón y junto al suyo también el mío. Antes de marcharme el juró vengarse de mí y no dudaba en que lo haría.

Me prometí olvidarlo, lo intenté pero cuando tú corazón ha ardido por amor es difícil apagarlo por completo.

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