Capítulo II. Aprendiendo a seducirte.

Eun-ji.

No sé si es porque tengo los ojos vendados, que siento cada toque, cada rose, cada olor. Desde el momento que únicamente sus labios me devoraron los míos, en vez de sentir rechazo para el que me había preparado mentalmente, fueron otras sensaciones las que, me invadieron, mi cuerpo se calentó desde mi estómago, expandiendo su calor por todo mi cuerpo concentrándose en mis zonas más sensibles, mis pezones se endurecieron, y una presión en mi entrepierna, hizo que inconscientemente cerrara mis piernas para hacer que la tensión en esa zona, se alivia se.

En cierta forma era terrorífico lo que estaba sintiendo, un hombre desconocido que tan sólo me había besado, mientras ninguna otra parte de mi cuerpo estaba en contacto con él, y me sentía así. Sus manos no me habían tocado, su cuerpo no estaba sobre el mío, ahí estaba yo tumbada únicamente mientras sentía unos labios sobre los míos, una lengua habilidosa entrando en mi boca, y ya mi respiración se entrecortaba, mi corazón latía acelerado como queriendo salirse de mi pecho.

Me habían besado alguna vez, no es que nunca hubieran sentido los labios de un hombre en los míos, en el instituto en América, recibí el primer beso de mi compañero en el baile de graduación, ya en la universidad antes de conocer al idiota de Carl Henry Simpson, tuve mis escarceos amorosos, con dos compañeros, pero no pasaron de besos y algunas caricias en la parte de atrás de su coche. Con el inútil fueron más que besos, pero tras una única noche desastrosa, nadie me había besado, y desde luego nadie lo había hecho como estaba haciéndolo este hombre, era un auténtico maestro.

De repente, y sin poder evitarlo, un gemido de placer fue acallado por sus labios, al oírme, en vez de sentirme avergonzada, me sentí como hipnotizada, y mi cuerpo comenzó a desear que es hombre me tocara en partes de mi cuerpo, que creía dormidas o muertas. Esas partes comenzaron a cosquillearme, pidiendo atención, así que sin que yo pudiera evitarlo, casi de forma inconsciente, mis manos se alzaron tanteando el espacio para acercar a ese hombre a mi cuerpo, y así sentir aquello que mi cuerpo me exigía a gritos, su tacto y su calor.

El señor Black estaba, en ese momento, controlando mi cuerpo y mi deseo tan solo con un maldito beso, mi parte conciente intento gritarme que no fuera tan fácil, pero las sensaciones que me invadían las acallarón sin reservas.

Pensé que se apartaría de mí, al ver que mis manos querían tocarlo, y que todo terminaría ahí, así que intente retirar mis manos. Bajo ningún concepto quería que ese hombre me dejara de besar. De pronto noté que me cogía las manos, y alzándolas por encima de mi cabeza, las apoyó en las barras del cabecero.

Separó sus labios de mí, haciendo que me sintiera decepcionada, así que, de manera inconsciente, intenté alzar la cabeza para intentar volver a sentir esa boca que me enloquecía. Casi deje soltar un gemido de frustración cuando no lo conseguí, justo estaba por exigirle que me volviera a besar, cuando lo oí decir:

-” Mátenlas ahí, agárrate al cabecero y por ninguna razón lo sueltes.”- su voz era más ronca que antes, hablaba un prefecto inglés, un inglés nativo. Su cercanía hacía que su aliento me acariciara la cara. Creí, que a partir de ese momento empezaría lo que más temía el acto rápido y doloroso que sufrí la primera vez, así que me mordí el labio para que, de mis labios, no se escapara ni un lamento, ni un gemido de dolor, al menos esta vez el previo habia sido placentero, pero lo que ocurrió a continuación, después de que yo me agarré a las barras del cabecero de la cama, no fue nada de lo que esperaba.

De pronto sentí como la cama se hundía a ambos lados mío, lo que me dio la idea que El señor Black se hallaba sobre mí aguantándose con las manos, tuve que apretar mis labios y ordenar a mi cuerpo que ni se le ocurriera saltar que aguantara todo lo que le iba a caer encima, que lo soportara todo hasta el final.

Pero nada cayó, solamente comencé a sentir como su aliento se acercaba a mi boca, y su lengua curiosa comenzó a dibujar mis labios haciendo que estos se liberaran de lo mantenían firmemente cerrado, para luego con sus labios comenzar a capturarlos aprisionándolos dulcemente entre sus dientes y succionándolos con delicadeza. Esto provocó que un latigazo de deseo se expandiera desde mis labios hasta mi pecho y llegando a mi sexo, haciendo que cierta humedad se acumulara en esa zona.

Esto era totalmente terrorífico, ¿Qué era esto que mi cuerpo sentía? ¿Por qué mi cuerpo no se resistía y disfrutaba de esos labios?

Mis preguntas quedaron sin respuestas, no así las sensaciones que me invadían, pronto noté como unas manos firmes, pero delicadas, recorrían las curvas de mi cuerpo, mi cintura, mis caderas, mientras alzaban el camisón, en su camino de ascenso por mi cuerpo. Esperé que esas manos llegaran a mi pecho, con cierta brusquedad, pero como todo lo que pasaba esa noche, lo que ocurrió, volvió a descolocarme.

Con delicadeza y con una lentitud que casi me exasperaba, mi experto maestro, comenzó a soltar los botones delanteros que cerraban el pícaro camisón, mientras sus labios recorrían mi cuello distrayéndome totalmente de lo que sus manos hacían. Gemidos que ni yo me daba cuenta, comenzaron a salir de mi boca, dejándome totalmente intoxicada con las sensaciones, que esos labios provocaban en mi sensible piel.

La combinación de pequeños besos, con esos dientes, que delicadamente se clavaban en mi piel, para luego calmarlo con la lengua y los labios, era algo que jamás había sentido. Las ganas de rodear su cuello con mis manos, para que no apartara su boca de lo que estaba haciendo, competía con cumplir con la orden que él me dio.

Todo se me estaba haciendo muy difícil, la necesidad de tocarlo era tan imperativa como respirar, pero una fuerza de voluntad que ni sabía que tenía, me hizo que mis manos permanecieran en donde se me habia indicado que tenían que estar.

Cuando mis pechos fueron liberados del camisón, mientras yo esperaba un manoseo rápido, y brusco, lo que obtuve, como me llevaba pasado desde que este hombre me había tocado, fue como su aliento recorría mis aureolas y la voluptuosidad de mi pecho derecho para luego dirigirse a su hermano gemelo.

Sentí el calor de su aliento expandirse por mi piel desnuda haciendo que los descarados pezones se irguieran como invitándolos a que los degustase, mi espalda comenzó a curvarse de manera inconsciente atraído por el calor de su aliento.

No reconocía a esa mujer que se habia apoderado de mí, más bien le tenía miedo, debía sentirme avergonzada porque un total desconocido, un hombre que nunca habia visto, le estuviera haciendo esto a mi cuerpo, pero mucho más avergonzada debía de estar de como él, mi traidor cuerpo, estaba respondiendo. Pero lo alucinante de todo esto era que, no lo estaba.

Él permaneciera en silencio mientras excitaba mi cuerpo, y esto lo hacia aún más pecaminoso lo que estaba sintiendo. Sólo oía su respiración, sintiendo su calor, era lo que más me fascinaba. Así que casi gemí cuando lo oí hablar.

-” Eres deliciosa, ahora sentirás mi boca y mis manos en tu cuerpo, no te asustes. Me voy a tomar mi tiempo hasta que tu cuerpo acepte mi tacto.”- me hablaba como si hablara a una virgen en su primera vez. ¡A mí, una madre!

-” Bueno en cierta forma eres virgen en cuanto a placer se refiere, nunca has sentido un orgasmo y desde luego ningún hombre te ha dado placer, ninguno, excepto este desconocido”- que mi conciencia tomara el control de mi mente, era lo peor que me podía pasar, en este momento, porque era muy sincera, y solía hacerme estrellarme con la realidad.

Una realidad que me golpeó de frente a medida que ese hombre tocaba mis caderas, mis hombros, y sostenía mis senos entre sus manos.

Todo su tacto iba dejando un camino de fuego, que, para una inexperta como yo en estas cosas, era como robarte la voluntad, mi suaves gemidos se mesclaban con sus caricias, pero lo que me hizo verdaderamente gemir con lujuria, fue cuando su boca se posó sobre las expectantes aureolas.

Fue como dejar que todo lo que estaba a mi alrededor desapareciera, oleadas y oleadas de lo que entendí era placer, inundaron mi mente y mi cuerpo. Sentí que comenzaba a escalar en intensidad, una de sus manos recorría mi cuerpo, en sentidos descendentes hasta mi entrepierna, y mi cuerpo en vez de cerrarse o huir de ese contacto, por alguna razón le facilitaron el camino, a lo que mi maestro estaba buscando, y lo encontró, vaya que lo encontró.

Fue en ese momento cuando mi mundo se volvió del revés. Ese tacto comenzó a ser lento, tentando, pero entre sus labios en mis pezones, su mano en ese punto de placer en mi entrepierna, su cuerpo que se había pegado al mío, haciéndome sentir su olor y el calor de la piel masculina, y yo que me obligaba a no soltar a las manos de las barras del cabecero, era como sentir que moría en vida, pero que moría de placer. Mis gemidos se descontrolaron, mi cuerpo comenzó a temblar, la montaña de placer y deseo se hacía cada vez más alta, haciendo que perdiera casi la cordura, cuando creía que me iba a desmayar, una explosión de éxtasis reventó en mi interior, arrancando de mi garganta gritos de culminación, que dejó mi cuerpo tembloroso, y agotado.

Quería dejarme llevar por la sensación, pero al parecer mi profesor tenía otra idea, cuando sentí como uno de sus dedos entraban mi interior, fue en ese movimiento cuando me tensé, la última vez esa caricia no fue nada placentera, y mi cuerpo la recordaba.

-” Relájate, hare que lo disfrutes, te tengo que preparar para que todo sea más fácil”- me dijo en el oído para a continuación volver a devorar mis labios. Haciendo que me relajara, y que las sensaciones que estaba provocando sus manos en mi interior, fuera mucho más que placentera, muchísimos más.

Pronto me encontré de nuevo subiendo la dichosa montaña, que se empeñaba mi amante hacerme subir cada vez que me tocaba, era como si le encantara oírme gemir y gritar de placer, cuando creí que de nuevo estallaría, él sacó sus dedos de mí, haciéndome soltar un ligero gemido de frustración, aunque no me dio tiempo para quejarme, porque a continuación sentí como se colocaba entre mis piernas, y lo sentí entrar en mí, con cuidado, muy despacio.

-” ¿Dónde está el dolor? ¿Dónde está la incomodidad? ¿Dónde estaban las ganas urgentes de que aquello acabara?”- pensé,

No había nada de eso, todo lo que sentía era que estaba bien, que estaba que muy bien, lo que estaba haciendo, estaba descolocando mi mundo, mientras él, una vez que entró totalmente dentro de mí, se quedó quiero y sin moverse.

Yo lo sentía en mi interior, y me dijo al oído.

-” Ahora descubrirá el verdadero placer, sólo déjate llevar.”- y cuando comenzó a moverse en mi interior, perdí todo, la conciencia de mí, del mundo, de lo que me rodeaba, solo sentía su cuerpo, solo oía sus gruñidos y su respiración acelerada, mientas él empujaba en mi interior, mis gemidos se mesclaban con los suyos, no tenía control en ellos.

Mi cuerpo no me pertenecía, no lo podía controlar, si antes subía una montaña, ahora comencé a subir el Everest.

Ahora comprendía porque en la universidad muchas de mis amigas me hablaban de que el sexo como lo mejor que le puede pasar a una mujer. Nunca fui tan consciente de mi cuerpo, como en este momento. Solté mis manos de las barras del cabecero, y abracé su cuerpo mientas mis piernas rodearon sus caderas para que no se alejara de mí.

Y así fue cuando después del tiempo que ese experto maestros me tuvo subiendo y bajando como si fuera ascensorista a los más alto del éxtasis, yo deje de contar después de la tercera vez que un eléctrico y alucinante orgasmo atravesó mi cuerpo.

Poco después un gruñido agudo me confirmó que mi profesor me había acompañado a las puertas del paraíso.

Fue en ese momento cuando recordé porque estaba haciendo todo eso, cuando sentí que algo caliente se derramaba en mi interior, y en mi mente recé para que hubiera resultado, todo.

-” Creo que mereces todo lo que te voy a pagar por esta noche, ha sido algo completamente diferente, gracias por todo”- le oí decir en mi oído antes de que salir de mi interior, y desaparecer, yo permanecí acostada quieta en espera que dejara de oírle moverse por la habitación. -” Puedes permanecer en esta habitación el tiempo que quieras, a tu derecha está el baño por si quieres ducharte, o asearte, creo que te contactaré otra vez, déjale tu teléfono a mi asistente, me ha encantado alquilarte para esta noche, preciosa, esperemos que haya más”- dijo antes de oir como se cerraba la puerta de la habitación y todo se quedaba en silencio.

En ese momento decidí que despues de esta noche, seguro que logré mi objetivo de quedarme embarazada, todo el dinero que recibiera de ese hombre, se lo devolvería, no pensaba usarlo.

Si el señor Black me dejaba embarazada, y con ello podía salvar a mi otro hijo, ese pago era suficiente. Además, si ese hombre decidía alquilarme otra vez, volvería a meterme en su cama, hasta que por fin me dejara embarazada,

Algo me dijo una extraña intuición que, luego cuando desaparecería de su vida, podía llevarse más de lo que ya había obtenido de mí, y el miedo me atenazó.

No mi deber era dedicarme a cuidar y amar a su hijo o hija y a su hermano, luchando por ellos para sacarlos a delante sin pedirle nada a cambio. En todo esto, quien tenía que darle las gracias a ese hombre, era yo, porque gracias a él mi hijo Euhin se salvaría.

Permanecí acostada como veinte minutos, con las piernas apoyada en la pared, como me había dicho mi amiga, que era lo mejor para ayudar a que los espermatozoides para que hicieran su trabajo. Tras quitarme la venda de los ojos y esperé unos segundos para acostumbrarme de nuevo a la luz, me dirigí al baño, no sin antes mirar hacia la cama, sobre la que un hombre había hecho magia con mi cuerpo y con mi mente, un desconocido que ni sabía como era.

Lo único que sabía era que su cuerpo era duro y musculoso, aun recordaba como al abrazarlo en sus espalda se marcaba los músculos cuando se movía para entrar en mí, y el recuerdo de ese tacto, aún, me hacía hormiguear las manos.

-” ¿Cómo un desconocido me había hecho sentir tan mujer, conocer lo que es el placer hasta el punto de descolocar todo lo que yo conocía en este terreno, y el hombre del que me enamoré, fue un total desastre en conocer mi cuerpo y como despertarlo?”- pensé.

Si yo le contara a alguien que soy madre, pero que en realidad hasta hoy no conocía el placer y el éxtasis que se asocia a él, nadie me creería, pero después de conocer lo que es el paraíso, no pensaba conformarme con menos, si alguna vez tenía una pareja, lo mínimo que pediría era que lo hiciera la mitad de bien que lo hizo el señor Black.

Sonreí y me dirigí al baño.

-” Gracias por el masterclass, señor Black, dudo que olvidé sus enseñanzas.”- dije en alto antes de meterme en la ducha.

Desde luego que nunca me voy a arrepentir de esta noche, una por mi hijo, y dos porque ser alquilada por ese hombre es lo mejor que le pudo pasar a mi mente, a mi cuerpo y a mi futuro. Aunque esto último lo supe hasta mucho más tarde, por ahora sólo tenía una cosa en mente salvar a mi hijo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo