Capítulo III. “Segundo encuentro. ¿Quién es el señor Black?”.

M. Edward.

-” ¡Encuéntrala!, necesito saber todo sobre ella.”- dije mirando a mi mano derecha, el abogado John Baker Stuart.

-” Esta difícil ¿Como lo hacemos?, no dejó su teléfono, en la empresa que suelo solicitarla, no la conocen, y no han dejado ninguna huella digital. Ni siquiera sabemos de dónde ha salido, y la documentación que entregó no tenía nada personal, ni edad, ni nombre, sólo su seudónimo, y por culpa de tu manía de que no te vean y tu no verles la cara, no tenemos una foto de ella. Las cámaras del pasillo de le suite presidencial, estaban apagadas, para proteger tu intimidad. Yo, cuando la recibí, casi ni me fijé en ella, como es mi costumbre, recuerda que estas acostumbrado a esto, cada dos días, no sé ni las mujeres que han pasado por tu cama. Pero lo que no entiendo ¿Qué tiene esta de especial?”- me preguntó John que, a parte de mi abogado, mi mano derecha, era mi mejor y único amigo.

Nadie más que él conocía mis secretos, me giré hacia él en la silla de ruedas, y él me miró.

-” Es muy sencillo, desde que estuve con ella, hace dos semanas, no he sentido la necesidad de buscar a otra mujer, las migrañas no han aparecido, y no tengo indicios de que aparezcan, tan solo con pensar en esa noche, mis niveles, suben de manera inexplicables.”- le dije enseñándole el reloj que mostraba las cantidades de inmunoglobulina que tenía en sangre.

Era un reloj creado específicamente para mí, desde mi adolescencia, cuando la medicación dejo de funcionar, causado por el gran aumento de testosterona, y cambios hormonales que son típicos de la adolescencia. No sólo controlaba mi nivel de inmunoglobulina, también mi ritmo cardiaco y el nivel de mis hormonas, como la testosterona, por lo visto ambas hormonas estaban íntimamente relacionadas.

- “Al parecer tu efectividad como abogado, que controla tan eficaz red de detectives, deja mucho que desear, creo que te has acomodado, los trabajos que te mándanos tus clientes entre los que me cuento a mí, no son nada complicados y te…”- me interrumpió sabía que lo había picado. Le había dado donde más le dolía, su orgullo y su profesionalidad.

- “¡Cállate vale! Tengo que empezar a buscarme mejores amigos, no hay dinero que valga lo que es tenerte como cliente, idiota, además todas tus peticiones especiales nada tienen que ver con mi carrera, es más un caso de asistente personal. No he dicho que no lo pueda hacer, sólo que tus malditas rutinas me han dificultado el trabajo, además el que la encuentre no quiere decir que te acepte, no dejó su teléfono, casi ni quiere coger el dinero que le di, y fuiste muy generoso. ¿Puede ser la primera mujer que tus habilidades como amante no le hayan impresionado y por eso no quiera repetir?”- sabía que me la iba a devolver, por eso era mi amigo era la única persona que se había ganado el derecho de decirme a la cara que idiota podía ser e incluso como ahora reírse de mí, dudando de mis habilidades sexuales.

- “Imposible.”- fue mi seca respuesta.

- “A veces desearía partirte la cara, cuando te comportas como el gran CEO. Todavía no sé cómo es que seguimos siendo amigo, me voy a trabajar y atraerte “tu medicina”, me encantaría que esta se te resistiera y por fin un ser humano te pusiera en tu sitio. Pagaría por verlo”- me dijo mientras yo lo miraba con una sonrisa burlona en mis labios, me encantaba exasperarlo.

John Baker Stuart era uno de los mejores abogados del país, tan sólo superado por su padre, y alguno que otro. Era especialista en llevarte al límite, y acorralarte, para que tu soltaras todo lo que sabías, yo era prácticamente la única persona que resistía sus técnicas.

- “Eso no pasara, ella será mía, y tu prepararas un contrato tan eficaz y vinculante que no podrá alejarse de mí hasta que yo lo decida.”- le dije y sin decir más me giré con la silla de ruedas, y me aleje de él por el pasillo.

- “Eres un tirano, espero que te diga que no, o que ya este comprometida y no puedas tenerla.”- me dijo con cierto deje de burla.

- “Has tu trabajo, que yo haré el mío, ah y te doy dos horas”- le dije desde lejos sin mirarlo mientras seguía mi camino hacia mi despacho.

- “¡Tirano de m****a!”- oí que me decía.

- “Yo también te quiero, John.”- le dije antes de entrar en mi despacho, sabía sin mirarlo que estaba sonriendo, como yo lo hacía, en eso consistía nuestra amistad en ser sincero y leal el uno con el otro.

Eun-ji.

- “¡Esto no puede ser!”- dije en alto cuando sentí que mi cuerpo me revelaba los síntomas de que me había bajado la menstruación.

Fui al baño con sentimientos de decepción, al bajarme la ropa interior, y ahí estaba la evidencia de que no había funcionado. Me sentía como una estúpida, sabía que esto podía pasar, embarazarse la primera vez era muy raro, pero como me ocurrió a mí aquella primera vez, pensé que en este caso sucedería lo mismo. Así que quise alejarme de ese hombre lo más lejos posible. Le había enviado el dinero en un correo certificado, desde un apartado de correos que contraté por un día, con una identidad falsa. Y no dejé mi teléfono para que no se me descubriera.

-“ Estúpida, estúpida y mil veces estúpida.”- me dije mentalmente.-“ ¿ Cómo voy a tener un nuevo contacto con él?, no es posible, por culpa de mi miedo a lo que ese hombre me hizo sentir, cometí el peor de los errores, tenía que haber dejado mi teléfono, quien sabe si ese hombre me hubiera vuelto a llamar, por lo menos así me aseguraba un encuentro más seguro.”- mi mente no dejaba de castigarme.-“ En fin no se puede hacer nada, tendré que buscar otro donante, tengo que firmar mis horas de trabajo y varias nóminas.”- me dije saliendo del servicio.

No me gustaba la idea de que otro hombre me tocara, sobre todo porque aún mi piel tenía en su memoria el olor, el tacto y las sensaciones que ese hombre despertaba en mí, me hubiera gustado volverlo a sentir una vez más al menos, fue el miedo que me hiciera sentir esas sensaciones nuevas, lo que me hizo huir sin dejar tan siquiera mi número de teléfono.

Mientras caminaba hacia el departamento de personal vi que todo el mundo corría por el pasillo, los observaba nerviosos, arreglándose la ropa, por los diferentes departamentos que pasaba observaba un bullicio inusual, no era la primera vez que me presentaba en la sede central de Lewis C.O. para firmar las nóminas y mis horas de este mesa, para cobrarlas en la nómina del próximo mes, pero si era la primera vez que observaba que por todos los departamentos que pasaban había una actividad inusual, como si algo que todos deseaba o temían fuera a pasar.

Dejé de tomarles atención y entré en el departamento de personal, allí también se veía la tensión y el nerviosismo que había en los otros, de hecho, casi no me prestaron atención, mientras muchos de los empleados y empleadas responsables de este departamento se dedicaba acicalarse y observar que todo en el departamento estaba limpio y ordenado.

-” Hola, Kim ¿Qué sucede? desde que he entrado veo a todos nerviosos.”- le digo a la secretaria que se encarga de darme las horas y entregarme las nóminas.

-” Hoy viene el nuevo Gerente General, se va a encargar de la supervención de todos los departamentos en la sede central de Lewis C.O. Nadie lo ha visto nunca, pero por lo que nos han contado otras sedes en la que ha estado, suele haber grandes cambios tras su paso. Además, no sólo mejora su rendimiento, elimina los elementos inútiles o superfluos, y sólo deja a aquello que mejoran el rendimiento y los beneficios, incluyo los empleados, sino rindes al cien por cien, te vas a la calle. Tiene la máxima confianza del CEO, y es intocable tiene más poder que los ejecutivos de la familia Lewis, excepto por el CEO, que es al único que rinde cuentas.”- no entendí por qué, pero me causó temor lo que me habia dicho Kim, es verdad que yo hacía un gran trabajo, era de las traductoras la más solicitada, gracias a mi conocimiento de siete idiomas entre ellos el coreano, el chino y el Japones, además del español, el inglés, alemán y francés. Estos cuatro últimos los hablaba, como el coreano, casi de forma nativa.

Pero si yo fuera un empresario y quisiera que mi departamento rindiera presidiría de una traductora, que si llegar a ser freeland, trabaja desde casa, y para contactar con ella se debía hacer todo por email o videollamada. La verdad es que hacía ya seis meses que, me había decidido a solicitar el cambio de trabajo presencial, pero la enfermedad de Euhin me había parado. Mi hijo podía ir ya a una escuela infantil, pero el miedo de que su madre, ante una recaída, y que no supieran que hacer si se enfermaba, no lo había solicitado, quizás ahora que llegaba el nuevo gerente del grupo, no me quedaba otra que o solicitarlo, o buscarme otro trabajo con teletrabajo.

Tras firmar mis nóminas, y justificar mis horas, recorrí el pasillo de nuevo para dirigirme al ascensor, y así volver a casa lo antes posible, es lo mejor si tenía suerte no perdía el tiempo, y me implicaba más en mi trabajo podía conservarlo.

Con este optimismo me coloqué delante del ascensor, pronto me vi rodeada de varios empleados que también querían coger el ascensor, todos estaban ansiosos, y comentaban por lo bajo lo difícil que sería ahora su trabajo si el Gerente General hacia recortes, o simplemente los despedía por no dar la talla.

Yo me negué en entrar en esa histeria, en un momento se abrieron las puertas, y yo me paralicé, y no fui la única creo, todo el sector femenino que se encontraba delante del ascensor, le pasó lo mismo.

Dentro del ascensor, había tres hombres, dos de ellos de pie y un tercero en una silla de ruedas, los tres eran muy atractivos, como modelos o actores, vestían muy bien, con trajes ejecutivos a medida. Y trasmitían esa aura de irrealidad que te da ese tipo de personas atractivas.

Pero quien verdaderamente me llamó la atención fue, el hombre que estaba en la silla de ruedas era de esos hombres que te cortaban la respiración, y no por lo atractivo que era, que lo era y mucho, sino por el aura que transmitía. Era tan atractivo que te olvidabas de que estaba en una silla, te atraía como un imán. Moreno de ojos negros, tenía rasgos asiáticos, se notaban que era como yo, producto de una relación interracial, debía de tener ascendencia europea o americana de alguno de sus progenitores, porque era muy alto, se notaba, pese a que estaba sentado, se observaba unas piernas largas y un porte esbelto.

Su mirada era fría, segura e intimidante, y sin saber por qué mi pulso se alteró. Era tan atractivo que los otros dos guapos, quedaban eclipsados a su lado. Esto también podía ser porque era él que más desprendía esa aura de poder y de ser inalcanzable. Cuando posó los ojos en nosotros, y entre ellos en mí, las dos mujeres y yo que estábamos las primeras de la fila, a la espera de coger el ascensor, y me imagino que alguna más, sentimos el impacto de esa mirada, fueros apenas segundos, pero a mí me pareció una eternidad.

-” ¡Maldita sea Eun-ji! desde que descubriste el placer con el señor Black te has vuelto una pervertida, deja de comértelo con la mirada me estas avergonzando”- me dijo mi conciencia haciendo que me avergonzara aun más y bajara la mirada, para no notar sus ojos en mí.

Intenté retirarme ya que por alguna razón no deseaba entrar en ese ascensor con ese hombre, di un paso hacia atrás, y me giré para que me dejaran pasar, justo en ese momento alguien llegó al grupo alborotando.

-” ¿Se puede saber que hacen ahí parados como estúpidos?, apártense no puedo pasar”- pude vislumbrar, un traje de Chanel ejecutivo de color rosa, acompañado de un pelo rubio, pero poco más.

-” Señorita Lewis, perdone enseguida desalojamos”- dijo alguien azorado, esto hizo que todos se movieran con tan mala suerte, que me encontré impulsada hacia tras de manera brusca, proyectándome sin remedio al interior del ascensor, pronto sentí unos brazos que me sujetaban evitado que mi cabeza se golpeara contra el suelo. Un olor familiar me invadió y un hormigueo recorrió mi cuerpo.

Yo sólo cerré lo ojos, no quería ver quien me sujetaba, estaba tan azorada y avergonzada que de seguro mis mejillas ahora parecerían dos tomates.

-” Muy bien Eun-ji cada vez lo haces mejor”- los brazos que me sujetaron para que no me cayera al suelo del ascensor de espaldas, eran fuertes.

Trate de incorpórarme, pero estaba en la peor de las posturas cogida por mis axilas sobre un hombre en silla de ruedas, con la falda subida y las piernas separadas impidiéndome adquirir la verticalidad, pero el colofón era que éramos el centro de atención. Se puede ser más estúpida.

-” Gracias...yo...yo...podri...po..podría...”- o dios encima estoy tartamudeando, sólo desee en ese momento, que se me tragara la Tierra. Dos cosas pasaron que terminaron con mi paz mental, una fue que el reloj de muñeca de mi salvador comenzó a pitar como un loco, y la otra, fue la que hizo que me quisiera morir.

-” ¡Gerente General!”- dijo la rubia que provocó todo este accidente, mirando dentro del ascensor, y no sé por qué, pero en ese momento supe que el hombre que me agarraba ahora mismo, desde su silla de ruedas, era el segundo hombre más influyente e importante de Lewis C.O. y yo me encontraba prácticamente acostada en sus rodillas.

-” Sinceramente hoy no debí salir de casa”- dije sin poder evitarlo, en un murmullo creyendo que no iba a ser escuchada.

-” Tú crees Samantha, pues yo me alegro de haberte encontrado, hace que las cosas sean más fáciles”- Dijo mi salvador en mi oído.

Esa frase fue la que hizo que terminara literalmente sentada sobre sus piernas, ya que mis pies dejaron de funcionarme, y él me terminara abrazando por la cintura, todo esto delante de lo menos doce personas que nos miraban asombrados.

-” ¿Señor...señor Black?”- dije en un hilo de voz mientras rogué mil veces que se me abriera la Tierra y me arrastrara a los infiernos. No podía ser peor que esto.

Él sólo me sonrió y su cercanía me confirmó que era el hombre que despertaba todos mis instintos de mujer dormidos, lo supe en ese momento por eso reconocí su olor por eso mi cuerpo me sentía inquieto, el Gerente General de Lewis C.O. no era otro que el hombre que me alquiló una noche, el hombre que debió dejarme embarazada, el hombre que pensé que nunca volvería a ver.

No lo pensé, con un movimiento rápido me levanté de su regazo y salí corriendo, no pensé lo que hacía sólo quería salir de allí a como dé lugar, y seguramente buscarme otro trabajo, otra ciudad, otro país u otro planeta para vivir. Pero todo esto después de salvar a mi hijo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo