El hombre a su lado levantó el cartel frente a Adriana, pero lo apartó de su cara, dejando claro lo que intentaba hacer. Adriana intuyó sus intenciones, pero por suerte ella estaba preparada.
Ella contuvo la respiración, en secreto, y observó que el hombre comenzaba a fijarse más en ella, detallando cada uno de sus movimientos.
Fingió sentirse mareada, se sobó la frente y se levantó, caminando rápidamente hacia la salida. El hombre a su lado no esperaba que ella se fuera tan de repente, y después de un momento de duda, decidió seguirla. Adriana caminaba rápidamente, fingiendo que tenía pequeños tropiezos.
Cuando llegó a los asientos de atrás, de repente, un brazo apareció desde su izquierda y la detuvo en seco. Adriana perdió el equilibrio y cayó en los brazos de un hombre. Al alzar la mirada, se encontró con su cara y, sorprendida, exclamó:
—José…
¿Cómo era posible encontrarse con José en todas partes? ¿Él también va a esas subastas?
Adriana apretó los dientes al darse cuenta de que e