La fiesta de esa noche era enorme, y como anfitrión, Vittorio estaba ocupado atendiendo a los invitados. Solo cuando empezó la música y la gente se fue a la pista, encontró algo de tiempo para buscar a Adriana.
—Perdón si no te he dedicado el tiempo que mereces.
—Vittorio, no tienes que disculparte —respondió Adriana con una sonrisa cortés.
—Pues no seas tan formal. Puedes llamarme solo Vitto de ahora en adelante —dijo él.
—Es que solo que no estoy acostumbrada, pero lo intentaré —respondió ella, manteniendo su distancia.
—¿Quieres bailar un poco?
Vittorio miró hacia la pista, cada vez más animada, y le preguntó.
—Claro, entonces con tu permiso…
Adriana asintió con naturalidad y, sin más, se alejó caminando hacia la pista.
Vittorio se quedó con las palabras de invitación atascadas en la garganta, sin entender por qué Adriana iba sola al centro de la pista.
Dante le había contado que Adriana pasó la noche anterior en el Grupo Financiero Torres, pero que esa mañana sa