20. Capítulo: Ángel Y Demonio

El almizcle de su cuerpo y el mío es un solo aroma. Me besa, lo igualo con la misma intensidad, en los abisales de su profundidad no toco el fondo, floto, vuelo, pero sé que caeré en cualquier instante. No encuentro otra cosa más satisfactorio que la magia de su toque ardiendo en cada parte de mí. Es el fuego que necesita el hielo cubriendo mis laberintos, es la flama que no deseo se apague. No quiero que atenúe el calor. La bengala que él prende me bambolea, el placer que produce el acto me arquea, gimo sin parar. Y su nombre fluye de mis labios, el nombre de mi antítesis, de la noche y la sombra empeñada en opacar, destruir y cegar. 

Pero... Eso no importa ahora, lo que experimento es inigualable y si el precio es quedar en ruinas, de todos modos me arriesgo. 

Arranca jadeos de mi boca a medida que se entierra en mí, la salida y la entrada se asocian en un baile constante, la danza es especial. No hay salvajismo de su parte. Un remolino

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