XVI El amable Mad
La tibieza de las aguas volvió a envolver a Amalia, meciéndola como en una cuna. No quería abrir los ojos y descubrir que seguía en el piso de Eddie; no quería ver el ser grotesco y nauseabundo en que se había convertido.

Un cosquilleo en un pie la hizo abrir los ojos por fin. Debía seguir en su viaje porque se encontró con Mad, aunque el muelle era ahora un baño y el mar, el agua de la tina en la que estaba metida.

—Olías terrible y no iba a tocarte después de lo que pasó la última vez.

El cosquilleo que la despertó era Mad tallándole un pie con una esponja.

—Estoy desnuda —observó ella. Su voz era lenta, su cabeza pesaba demasiado.

—Así es, la gente se baña sin ropa.

—¿Me la quitaste tú?

—No veo a nadie más por aquí.

—Harás que me sonroje...

Mad sonrió.

—Podría esperar toda la noche a que eso ocurriera, pero ya es tarde —fue por una toalla al estante que había detrás de la puerta y se la dio.

—Ana es muy afortunada. Ella conoce tu mejor lado. Éste es tu mejor lado, ¿no? Lo est
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