Ellos, sin dudar ni un segundo, saltaron del avión, mientras yo empecé a maquinar cómo salvarme. Después de todo, no estaba segura de que Guillermo, cuando estuvieran a salvo, mandara un equipo de rescate a salvarme, ya que en su corazón, Clara, mi hermanastra, siempre había sido la más importante.

En la vida pasada, cuando Clara fue la que se quedó en el avión, él pidió la ayuda del equipo de rescate para buscarla enseguida que llegamos a un lugar con señal. Esta vez, Clara era la persona con la oportunidad de sobrevivir. No creía que él hiciera lo mismo que antes… Mi único deseo era que no anunciara mi muerte al aterrizar, sabiendo que su verdadero amor desde el principio siempre había sido Clara.

En mi vida pasada, fue después que me casé con Guillermo que me entere que ellos se conocían desde hacía mucho porque fueron compañeros en la universidad y, como ambos eran hijos ilegítimos de sus familias, se entendían muy bien mutualmente y se prometieron estar juntos para toda la vida.

Más tarde, Guillermo se comprometió conmigo, pero lo hizo solo porque yo era la heredera formal de los Gómez, aquella con el derecho a la fortuna familiar. También por interés, optó por darme el paracaídas en el accidente, aunque solo amó a Clara hasta el fin y se arrepintió de su decisión. Ahora, le había dado otra oportunidad, debería estar agradecido, ¿no?

Observé cómo las siluetas flotantes en el aire se alejaban de mí, y corrí de inmediato hacia la cabina del piloto.

En mi vida pasada, después del accidente, Guillermo me mantuvo en constante presión y llegué a creer que realmente yo era la culpable de la muerte de Clara, que le arrebaté su única oportunidad de sobrevivir. Por lo tanto, me empecé a educar para ser aviadora de vuelos comerciales y saqué la licencia.

Revisé miles de veces la simulación del accidente, solo para encontrar la causa. Pedí ayuda a muchos expertos y todos se sorprendieron al ver la animación y sus respuestas eran la misma, sin embargo yo seguía sin creerme sus conclusiones. Después de enterarme de la verdad, incluso en mis sueños deseaba tener otra oportunidad de pasar por todo eso otra vez.

Ahora, mi súplica se hizo realidad. Basándome en lo que aprendí, me puse el cinturón y controlé el avión para descender con estabilidad. Según mi investigación, el supuesto accidente aéreo fue en realidad una trampa orquestada para los Gómez y los Ruíz, que en aquel entonces, éramos los candidatos favoritos para un proyecto muy importante. El avión no tenía ningún fallo importante. Fue pura mentira de la unidad de aviación, comprada por hilos ocultos. Especialmente, con el fin de sembrar la discordia entre los Gómez y los Ruiz, rompieron un paracaídas a propósito. De esta manera, ellos podrían conseguir el proyecto importante.

No permitiría que la tragedia volviera a ocurrir. En la cabina, controlé con calma el acelerador y la palanca de mando. El motor volvió a funcionar. Con el rugido, el avión, que estaba en caída libre, comenzó a ascender poco a poco. Con mi manejo, ya podía volar con estabilidad. Sin embargo, después del descenso anterior tan drástico, no podría llegar hasta el aeropuerto, así que realicé un aterrizaje de emergencia y apunté a un descampado en una enorme colina. Me esforcé por lograr una maniobra estable, mirando cómo las alas barrían los árboles hasta que finalmente aterricé en un valle con todo completo. Respiré hondo y salí de la cabina. Cuando sentí que mis pies tocaban la tierra, experimenté la alegría de un verdadero renacimiento.

Era un valle desierto, sin rastro de seres humanos, ni señales de celular. Intenté llamar a la policía varias veces, pero no lo logré. Decidí depender de mi propia fuerza. Con los pocos suministros que quedaban en el avión, me fui a la base de la montaña. Pronto, las hierbas salvajes me causaron heridas cerca de los tobillos. No tuve tiempo para tratarlas, solo seguí avanzando por el sendero.

De repente, Vi a una persona al final del camino y le grité con todas mis fuerzas:

—¡Señor! ¡Socorro! ¡¡Espere un momento, por favor!

¡Él me escuchó y se dio la vuelta! Tan pronto como vi su cara, me quedé boquiabierta por la sorpresa:

—¿Yael?