Cira instintivamente giró su cabeza para mirar.
Pero solo vio la sombra de un coche alejándose en la oscuridad.
Marcelo, por su parte, bajó la mirada hacia sus pies: —¿No te has torcido el tobillo, verdad?
Cira había bajado a tirar la basura y se encontró con Marcelo, quien preocupado por ella y su amiga, había venido a ver cómo estaban después de clase.
Cira se acercó para saludar, sin esperar tropezar con un bache, por suerte él la sostuvo a tiempo: —No hay problema, no llevo tacones.
—¿Cómo está tu amiga?
—Fue despedida por la empresa, la policía y los abogados no pudieron ofrecer una buena solución, ella simplemente dijo que lo dejaría pasar.
La cadena de las gafas de Marcelo brillaba en la oscuridad: —¿No van a investigar más?
Cira sacudió la cabeza, sabiendo muy bien quién estaba detrás de todo, pero también consciente de que investigar solo significaría desgastarse a sí misma sin afectar al culpable.
Marcelo miró profundamente en sus ojos: —¿Te conformas con eso?
Los ojos de Cir