1. Hay cosas que no se deben mezclar.

Un año después…

La persona que veo al espejo me gusta, realmente me gusta. Nunca había estado tan nerviosa, pero nunca había estado tan feliz, aunque haya dejado gran parte de mi vida en aquella ciudad.

Hoy es mi primer día de clases en una escuela sofisticada y llena de lujos, ésa es la parte que me causa nervios, pero la que me causa felicidad es que me lo gané, luché mucho por ello y lo conseguí con sudor, lágrimas y muchas noches en vela. No es normal que esté feliz de dejar mis amigos y lo que tenía en mi antigua ciudad, pero siempre he pensado que tengo el alma de un nómada, nunca termino de adaptarme a un solo lugar, así que termino de peinar mi cabello frente al espejo, me arreglo la falda del uniforme, me levanto, tomo mi bolso y salgo de mi habitación.

Mientras bajo las escaleras, puedo oler el delicioso sasón de mi madre en la cocina. Le encanta ver programas y leer libros que la ayuden a darnos un maravilloso bufé en cada comida. Realmente ama cocinar, de hecho, estudiaba para ser chef, pero lamentablemente las clases eran un poco caras. Llego a nuestra cocina donde la veo prepara una tortilla de huevo, algo de café y fruta. Me acerco por detrás y la rodeo con mis brazos mientras le doy un suave beso en su mejilla.

Mi madre y yo somos unidas, muy unidas. Es hermoso tener tanta confianza con la mujer que te dio la vida, es eufórico y emocionante saber que puedes confiar en tu madre para cada cosa que quieras o te suceda. Es una mujer maravillosa, extraordinariamente valiente y hermosa. Todo lo que hago, es por ella.

—Buen día, niña bonita —ambas reímos por su comentario—, ya sé, ya sé, no quieres que te diga así, pero no puedo evitarlo —dice con sus manos alzadas en señal de rendición.

—Yo fingiré que no escuché nada.

—Vale, prepara la mesa por favor.

Dejo mi bolso en una de las sillas y comienzo a hacer lo que mi madre me pidió, hasta que noto que papá baja las escaleras con su característico buen humor; Mi padre es un niño pequeño encerrado en un cuerpo lleno de algunas arrugas y dolor en la espalada. A todas horas quiere que nos estemos riendo de sus chistes bastantes malos y su humor a veces negro, pero lo amo por ello. Es capaz de darme luz aun cuando el camino está realmente oscuro.

Cuando estoy colocando el último plato sobre la mesa, mi celular vibra sobre la mesa. Sonrío al leer los mensajes en el grupo de mis chicas.

De Camile: ¡Vamos, perra! Muéstranos tu sexi uniforme

De Maya: ¡No tienes que llamarnos, perras todo el tiempo!

Mis carcajadas resuenan en la pequeña sala, de modo, que me saco una selfie y se las mando con un corazón rojo.

Me entristezco a recordar que una de las cosas que dejé fue a ellas, vivíamos en el mismo vecindario desde niñas. Éramos como una sola, cada una con su personalidad muy definida y característica, pero a la vez tan iguales. He sido amiga de Maya y de Camile toda mi vida y cuando no lograron obtener la beca… fue lo más duro.

—¿Qué te pasa, Heather? —mi madre siempre nota cuando algo no va bien; creo que es algo de todas las madres.

—No puedo creer que ellas no estén aquí. Todas trabajamos muy duro, todas, mamá.

—Creo que tú trabajaste un poco más, cariño y el esfuerzo es recompensado.

—Escucha a tu madre, Heather, además ¿te imaginas a Maya rodeada de esas niñas ricas? —dice mi padre antes de sentarse a la mesa.

—No pararía de llamarlas perras, pero…

—No de cariño —decimos los tres al unísono.

Todo iba bien hasta que bajo del auto de mi padre ante la maravillosa estructura que tengo frente a mí; me intimida de inmediato.

Solo la había visto en fotografías, pero tenerla frente a frente, pisar sus suelos, eso es algo muy diferente. Recuerdo que navegaba en internet buscando oportunidades para ganar dinero ya que mi familia nunca ha estado del todo cómoda, cuando en un anuncio vi la imponente escuela J&J academy, una de las más prestigiosas del estado y entre las más efectivas del país. Me dije a mí misma que me hubiera encantado estudiar en un lugar así, hasta que mis ojos se fijaron completamente en el anuncio; estaban dándole la oportunidad de una beca completa a 50 estudiantes del estado.  Cuando empecé a indagar más y supe que si acababa mi bachillerato allí, podría entrar a una buena universidad y rodearme de buenas conexiones, supe que tenía que intentarlo, juntos con mis amigas… aquellas que no lograron hacerlo.

A mi alrededor autos lujosos se detienen frente al lugar, se bajan choferes con trajes caros y le abren la puerta a chicos y chicas de mi edad con sus uniformes impecables y sus bolsos de marcas reconocidas. Nunca he sentido envidia, pero si incomodidad y es justo lo que mi mente atraviesa en este momento, pero me lo merezco, trabajé duro y estoy aquí; muchos quisieran eso, así que con la cabeza en alto paso por al lado de todos ellos y entro al enorme establecimiento.

No puedo evitar sorprenderme por lo que veo, parece un hotel de lujo, con sus candelabros gigantes y sus cuadros preciosos colgados en una pared que grita lujos y riquezas a kilómetros. Es sofisticada y se ve mucho mejor que en las fotos.

—Bonita ropa, eres la mejor vestida del pasillo —me sobresalto un poco al escuchar esa voz grave en mi nuca. Me doy la vuelta y me encuentro con unos ojos verdes mirándome.

—Sí, supongo que sí —contesto entre risas—. Míralas, se ven tan… iguales —bromeo.

—Supongo que destacas por tus piernas largas y tu cintura pequeña.

—¡Vaya! Has estado observándome.

La verdad siempre me han considerado bonita, ya que me parezco mucho a mi mamá y ella lo es. Soy alta, de piel blanca y ojos cafés. Mi cabello es largo y liso y junto a mi madre tenemos facciones de niña, aparento menos años de los que tengo.

—Así es, te vi cuando entraste. Estaba del otro lado del pasillo. Por cierto, soy Ethan, Ethan Walton.

Ethan es alto y delgado, pero con músculos a su medida. Tiene el cabello revuelto y una mirada intensa, pero lo que no dejas de ver son sus increíbles tatuajes, tiene su cuerpo lleno de ellos. Desde los brazos hasta el cuello y muy posiblemente su pecho y espalda. Su mentón es firme y bien definido, sus dientes parejos y blancos y una piel reluciente a la vista. Realmente es un chico muy guapo.

—Es un gusto, yo soy Heather, solo Heather —le contesto con una sonrisa.

—¿Por qué llegarías a besarme, Heather? No soy ni la mitad de lindo —comenta refiriéndose a la canción de Conan Gray.

—Un muy buen gusto musical.

“Les anunciamos a los estudiantes de nuevo ingreso que se acerquen al auditorio principal de inmediato”

—¿Fue difícil conseguir esa beca? —me sorprendo de inmediato por su pregunta.

—¿Cómo sabes eso?

—Este año los de nuevo ingreso son solo los becados —contesta con cierto recelo en su voz, lo que me causa un poco de enojo—, ya no hay ricos que quieran venir a esta escuela. Estamos todos —cuando voy a responder, me interrumpe—. Mi padre es parte del consejo de familias de la escuela, de hecho, votó por no a las becas. Cree que el pilar fundamental de nuestra riqueza es rodearnos de personas como nosotros. Tiene sentido en cierta parte.

—¿Me dices que apoyas la mentalidad egoísta y fóbica que tiene tu padre hacia los pobres? Entonces no deberías hablar conmigo.

—Tranquila, es solo el señor Walton, siendo el señor Walton.

—Pues tu papi, es un idiota.

Me alejo de él de inmediato sintiendo no solo su mirada en mí, sino sintiendo unas inmensas ganas de golpearlo, pero no puedo hacerlo y tampoco me atrevería.

—Te muestro dónde está el auditorio —escucho su voz a lo lejos.

—No, gracias. Puedo sola.

En realidad, no podía sola. El lugar es un poco grande, nunca lo había pisado, así que estoy perdida. Creo que la conferencia comenzó hace quince minutos y ya no sé qué hacer. Observo salones y más salones, hasta que veo salir a una mujer sofisticada de lo que parece ser una oficina. Es alta, delgada, hermosa y joven, su cabello es negro y abundante. Parece una modelo. Se retoca el labial y se arregla la falda, pero en cuánto me ve, sus ojos se abren de par en par y se pone tan pálida como el hueso.

Se termina de acomodar su ropa y se acerca a mí sonando sus tacones en el suelo de mármol.

—¿Quién eres y qué haces fuera de tu aula? No te había visto por aquí —me mira de pie a cabeza, buscando en su mente algo que le diga quién soy.

—Disculpe, soy Heather Morgan, soy nueva. Estoy buscando el…

—Auditorio —me interrumpe—, es en el siguiente pasillo a la derecha y vas realmente tarde. Te acompaño.

La chica me guía por el pasillo hasta llegar a unas puertas francesas elegantes. Hace dos toques con su puño y luego las abre. De inmediato siento el color subir por mis mejillas cuando veo a muchos pares de ojos puestos en mí.

—Tú debes ser, Heather. El único asiento vacío. En nuestra institución no permitimos la impuntualidad y menos cuando necesitas el doble de responsabilidad para estar aquí —la mujer me mira de pie a cabeza. Es Amelia, no recuerdo su apellido, es la directora.

Justo al frente, sentadas de manera elegante, están tres chicas que murmuran y se ríen al escuchar a la señorita Amelia. Una de ellas levanta su mano, pidiendo la palabra.

—Sí, Candice —ella sonríe y baja la mano.

Candice es rubia, de piel blanca, muy blanca, alta y delgada. Tiene un rostro precioso y una mirada intimidante, bastante intimidante.

—Como representación de mi madre en esta reunión, ya que hace parte del consejo de padres, quisiera decir que podríamos evitar estas situaciones si no existieran las susodichas becas. Después de todo, no todos tienen lo suficiente para estar aquí —me mira mientras dice lo último, de manera cruel.

—¡Candice! —la intenta reprimir una mujer de edad, pero cuidada. Al parecer, es profesora.

—Solo digo que la señorita Amelia debería tomar en consideración su decisión. Debería recordar que gracias a nuestros padres y nuestro dinero —enfatiza la rubia—, ellos están aquí —señala hacia atrás donde están sentados los cuarenta y nueve becados con sus caras incomodas.

—Estoy totalmente de acuerdo con Candice —comienza a hablar otra chica de piel trigueña sentada junto a la rubia—. Mi padre votó por un rundo no a las becas y aun así debe gastar dinero en ellas, porque no sé si sabes —esta vez me habla a mí—, pero si hay cosas que no se pueden mezclar, ¿quién dice que las personas no pueden ser una de ellas?

—¡Candice, Taylor! Es suficiente. Se llevó a votación y ganó el sí. No hay nada de qué hablar y quiero que las dos me esperan en mi oficina.

Candice se arregla el cabello y con una sonrisa burlesca se levanta del asiento y se dirige hasta la puerta sonando sus tacones caros de hebilla en el suelo. Taylor hace lo mismo, lanzándome dardos con los ojos mientras camina hasta mí. Cuando ambas han salido, la directora pide que me siente, así que camino hasta el fondo y lo hago junto a los otros becados.

La reunión acaba alrededor de media hora después, pero sinceramente ya quiero irme a casa. Todos nos levantamos y vamos saliendo del auditorio en orden, sin embargo, me sorprendo cuando una chica engancha su brazo con el mío. Me sonríe con sus dientes blancos en cuanto nota mi sorpresa.

—Descuida, no soy cómo esas perras. Mis padres votaron por el sí, creemos que todos merecen una educación de calidad sin importar de qué familia provengan.

—Gracias, pero no tienes que hacer esto —contesto.

—De hecho, sí, quería que lo supieras. Soy Emily y es un placer conocerte, Heather.

La chica se va antes de que le pueda responder dejándome un poco mareada por su… personalidad, sin embargo, espero volverla a ver, parece una chica divertida.

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