Capítulo 3

Sylvana:

La boca se me cae a los pies al visualizar semejante hombre. De piel tostada, cubierto con varios tatuajes, cabello oscuro, su rostro es mera masculinidad, tiene la mandíbula pronunciada, labios pequeños, barba crecida y nariz perfecta. Sus ojos cubiertos por pobladas pestañas y por si fuera poco las cejas hacen ver a sus ojos verdes aún más penetrantes.

Me quedo como estúpida mirándolo para después bajar por su cuerpo. Su espalda es ancha, brazos muy gruesos y pectorales sorprendentes. Su abdomen esta tonificado a la perfección al igual que sus oblicuos. 

Él también lleva un pequeño bóxer color negro con patrocinadores. La verdad es que luce mucho mejor en él, que en su contrincante. Sus piernas torneadas se mueven ágilmente de un lado a otro dando brincos. Me recuerdo que tengo que respirar y desvío la mirada, esto no traerá nada bueno. 

La campana suena y los hombres comienzan a moverse aún más rápido.  El rubio tira golpes y uno da en la perfecta cara del moreno, los demás los esquiva con agilidad. La pelea continua y yo prefiero no observar más, me resulta muy incómodo y mi entrepierna esta vergonzosamente mojada.

Visualizo en el otro lado a Jimena quien me hace señas, sus labios dicen “Están buenísimos” y rueda los ojos como una loca, suelto una carcajada y la campana señala el final del primer round.

El moreno se acerca a la esquina y toma asiento en un pequeño banquito. No puedo escuchar lo que le dicen, pero se ve sumamente atractivo. En segundos el tiempo de descanso se termina y la campana suena de nuevo. El rubio sale con todas las ganas y golpea el rostro del moreno partiendo su labio. Puedo ver salpicar sangre. Un leve grito se me escapa de la boca sin querer. 

La gente reclama y escucho a varias mujeres ofreciendo “su ayuda” en ese labio, alzo una ceja y al mirarlas la boca se me cae al suelo. Son perfectas, rubias, con curvas por todos lados, pequeña cintura… m****a me siento tan insignificante. Vuelvo mi mirada aturdida hacia el ring y miro al moreno de pie, con más fuerza y en cuestión de dos puñetazos deja inconsciente al rubio.

La pelea se da por terminada y la gente estalla en aplausos y gritos, tengo que bloquear todas esas propuestas que las voluptuosas mujeres lanzan al “jefe”. Miro como el ganador se pasea por el octágono y levantaba sus brazos, para después recorrer un camino lleno de gente que grita “Jefe, Jefe”, un gesto bastante presumido. 

Busco a Jimena con la mirada pero no la encuentro, miro hacia el octágono y la veo tirada en el suelo atendiendo al perdedor. Es una lástima, su hermoso y esculpido rostro ya no será el mismo después de este enfrentamiento.

—Venga aquí —me dice el mismo hombre que me trajo y le sigo hasta los cubículos.

—Pase —asiento y me quedo helada al toparme con el moreno de hermosos ojos y escultural cuerpo justo, frente a mí. Tiene los ojos cerrados y está recostado en una silla, carraspeo y el hombre le llama.

—Jefe, le atenderán —el hombre abre sus ojos postrándose en mi instantáneamente. De mi boca no sale ni una palabra y juro que por un momento no podía respirar. 

—¿Quién eres? —pregunta y yo me quedo muda, no puedo dejar de mirarlo—. ¿Quién eres tú hermosa? —. Mi boca al fin se cierra y trago saliva, me debo de ver como una estúpida boba, desvío la mirada hacia los lados. 

—Yo… vengo a curar… las heridas —tartamudeo y una sonrisa se dibuja en su rostro.

—Vaya, debe ser mi día de suerte —pasa su lengua por el labio inferior y yo rompo el contacto con sus ojos de nuevo. Dejo la maleta en uno de los muebles y comienzo a sacar gasas, agua oxigenada, alcohol, algodón, giro con trabajo hasta su rostro para evaluar el daño y toco suavemente su labio partido. 

—Parece que solo fue esto —digo lentamente y él sonríe. 

—¿Te ha gustado la pelea?, ¿Vienes muy seguido a estos eventos? —pregunta mientras yo preparo una de las gasas para desinfectar. Al girarme me encuentro con esos penetrantes ojos de nuevo. 

—La pelea… estuvo muy bien, felicidades —digo sin aliento y sonríe satisfactoriamente—. Y no vengo seguido, es la primera vez.

Acerco mi mano hacia su boca y puedo sentir su caliente exhalación, mi piel se eriza al instante. De vez en cuando desvío la mirada por los músculos de su cuello. Ahí comienzan los tatuajes, parecen tribales. Trato de concentrarme y hacer con cuidado el resto del procedimiento, coloco unos seguros adhesivos para que suture rápido.

—He terminado —digo juntando todos los aditamentos que he utilizado para su curación. El hombre que me ha llevado asiente y se pone de pie.

—Muchas gracias señorita pasé por… —el moreno le interrumpe 

—Un momento, retírate Adrián —el hombre asiente y desaparece del cubículo. Libero mis manos de los guantes de látex ensangrentados y los tiro al cesto de la b****a.

—Ha hecho un excelente trabajo señorita —asiento y sonrío nerviosa.

—Es muy amable, gracias —se pone de pie dejándome espantada debido a su altura. 

—Me gustaría saber su nombre y teléfono, si es posible, para llamarle en cuestión de alguna emergencia —mi boca se abre y cierra de golpe, que vergüenza.

—Soy Sylvana Borrell y no… tengo teléfono, lo siento… —digo con la cara casi cayéndose de verguenza. El hombre no dice nada así que alzo la mirada para encontrarme con un rostro molesto. 

—¿No quieres dármelo? — mis ojos se abren como platos.

—No, no es eso, no tengo teléfono móvil, no puedo… pagarlo —la última palabra la digo casi en un susurro. Cierro los ojos de golpe y desvío la mirada. Debí de escucharme estúpida. 

—No te creo—alzo la mirada y tiene el ceño fruncido, varias arrugas se marcan en su frente.  

—Se lo juro, no puedo —alguien entra al cubículo interrumpiéndonos.

—Señor…—el moreno hace una seña para silenciar al visitante de inmediato y en segundos escucho la puerta cerrarse. He recorrido casi toda la habitación debido al nerviosismo y él solo tiene los ojos en mí.

—¿Por qué estás aquí Sylvana? —pregunta, mis ojos van hacia los suyos y temo realmente el perder la cordura. Abro la boca para dejar salir la respuesta que tarda en llegar. 

—Por qué, necesito el dinero— mi voz es un hilo 

—¿Necesitas dinero? —asiento 

—Todos trabajan por eso ¿no? —alza una ceja y me arrepiento de haber hablado demasiado. 

—Yo no, yo trabajo por mera diversión —bufo, que arrogante, carraspeo y doy un paso hacia atrás. 

—Qué alegría por usted —asiente y da media vuelta, de inmediato comprendo que es hora de irme así que hago lo mismo y cuando estoy a punto de llegar a la puerta me sorprende su voz. 

—¡Sylvana, vuelve aquí! —me quedo estática al escuchar mi nombre en sus labios. Vuelvo mi cuerpo hacia él y me entrega un sobre bastante gordo—. Tus servicios han sido excelentes.

—¿Qué es esto? —pregunto aturdida mientras él lo coloca en mi mano. 

—El pago de tus servicios —mi boca se abre

—Señor… —niega y levanta una mano 

—Debo de bañarme, ¿te apetece ir a cenar?, ¿quieres que te lleve a casa? —niego rápidamente. Como si tuviera una casa a donde llegar. 

—No señor, muchas gracias, vengo con mi compañera, ella me llevará y probablemente esté asustada ahora —asiente pensativo 

—Claro, hasta luego señorita —sonrío y puedo observar que sus dientes están ligeramente desalineados, pero no se ven mal, parecen ser producto de los golpes. 

—Hasta luego —y salgo del lugar. Camino con las piernas temblorosas por el pasillo y meto el grueso sobre a mi pequeña bolsa, me cuesta un poco cerrarla mientras trato de respirar pero no puedo, necesito aire. Me encuentro con Jimena en la entrada.

—Amiga, estaba como una loca buscándote —asiento 

—Vámonos —digo sin aliento y me mira extrañada 

—¿Te pasa algo? —vuelvo a asentir 

—Vámonos —y corremos en dirección al auto.

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