VERÓNICA
¡Ese era el hombre más jodidamente hermoso que he visto alguna vez!
A pesar de estar sentado parecía increíblemente alto, uno de sus brazos musculosos estaba apoyando sobre la mesa mientras que el otro sostenía el tenedor como si este fuera a escapar de sus dedos, su pelo era un poco largo y estaba levemente enmarañado alrededor de su hermosa y masculina cara como si hubiera pasado sus manos muchas veces por este, pude darme cuenta que él era salvaje y que la atracción que sentí por él no era algo común.
Jamás había sentido nada igual antes.
Mi pecho se apretó y mi corazón bombeó con más fuerza bajo esa mirada penetrante que él me enviaba, eclipsando cualquier pensamiento racional de mi cabeza.
— ¡Es guapísimo! ¿A qué sí?
Pero no podía ser el mismo hombre el que estaba hablando Ana ¿O sí?
—Quiero ir a hablarle pero no quiero dejarte sola —hizo un puchero antes de volver a tomar de su bebida.
Solté el aire que estaba conteniendo lentamente.
—Por mí no te detengas —dije sonrien