18. En la cafetería

No es la madre de Emanuele.

Pero la señora rubia, gruñona, ligeramente jorobada, de ojos castaños y olor a naftalina es prácticamente idéntica.

Los ojos desorbitados de la pelirroja se relajan inmediatamente después de darse cuenta de que el Diablo no está delante de ella. Entonces ella y Johnny suben por fin al ascensor.

Mientras bajan a la planta baja, Johnny le da a Emanuele un beso en la frente.

"Perdona si te he despertado", dice, apoyándose en el cuerpo del chico.

"Oye, te dije que podías llamarme si me necesitabas. Y lo hiciste. No te culpes".

"Pero son las ocho de la mañana".

"Oye, es domingo. Hoy no trabajo. Y ya te he dicho que te tengo fuera todo el día".

Ella lo abrazó fuerte. Johnny era un perfecto caballero, y era muy fácil sentirse cómoda con él. Lo que ella no entendía, en realidad, era por qué era tan gentil con ella desde el principio. Según los suyos, Johnny dijo que ella se parecía a alguien que él conocía.

Pero, ¿era ésa una razón suficientemente fuerte?

Los dos
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