“¡Ashley!”. Adrián gime mientras me miro en el espejo.
“¡Ya voy!”. Grité mientras salgo de la habitación y bajé las escaleras. Me detuve en seco al verlo. Llevaba su traje negro y estaba más guapo que nunca. “Estás impresionante, ángel”. Se acerca a mí con una sonrisa. Sus dedos rozan mis brazos hasta llegar a mis mejillas. Me levantó la barbilla, haciendo que lo mirara. Se inclinó y me besó. “Aunque estás preciosa con este vestido, estarías aún mejor sin él”. Sonríe.
“Adrián”. Jadeé, y él se rio.
“Ven, vamos a llegar tarde”. Estábamos a punto de irnos cuando sonó su teléfono. Sacó el teléfono y frunció el ceño al mirar el identificador de llamadas.
“¡Más vale que sea importante!”. Gruñó a quien lo llamó.
“¡Qué!”. Preguntó. Y el color se le escapó de la cara. “Ahora mismo voy”. Soltó y terminó la llamada.
“¿Qué pasa?”. Me inquiete. Tenía cara de preocupación.
“Lo siento, Ángel, pero ha surgido algo y me necesitan. Tengo que hacer algo antes de volver mañana a la central”. Hizo