Capítulo 41

El salón de Emma, un auténtico santuario de creatividad. Las paredes, revestidas de estantes de madera oscura, están llenas de libros con encuadernaciones desgastadas. En el centro de la habitación se encuentra un imponente escritorio de roble, cubierto de hojas de papel dispersas y bolígrafos de colores. Una gran ventana deja entrar la luz del día y revela una vista relajante de un exuberante jardín. Una multitud de estantes de pared exhiben trofeos literarios y fotografías de autores famosos. Un cómodo sillón estaba colocado cerca de una pequeña mesa de café, donde siempre esperaba a Emma una taza de té humeante.

Sentada frente a su computadora portátil, tenía ambas manos sobre el teclado. Los dedos de ambas manos golpeaban las teclas del teclado mientras sus ojos estaban fijos en la pantalla.

- ¡Estás tan absorto en tu libro que ni siquiera me oíste entrar! una voz susurró.

Emma giró la cabeza bruscamente y...

– Oh, ¿desde cuándo vienes y te deslizas detrás de mi silla?

– ¡Por unos
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