Mateo

Me siento un completo imbécil. Sé que me pasé, que la he lastimado, y en su estado, es mucho peor. Ella no debería sentir emociones fuertes porque podrían dañar al bebé. Las palabras hirientes que salieron de mi boca se han convertido en pesadas cadenas que arrastraré conmigo.

Soy un completo imbécil, pero no quería tenerla a mi lado cuando me veo a mí mismo como un desecho humano, un estorbo, una carga. Ni siquiera puedo caminar, y esa realidad me atormenta. La impotencia de no poder cumplirle como hombre, de no ser el compañero fuerte que necesita, me consume.

La habitación está sumida en un silencio opresivo mientras mis pensamientos se desbordan. Me enfrento a la verdad cruda de mi propia vulnerabilidad, y la imagen de Nicole, herida por mis palabras, se graba en mi mente.

Mis manos se aferran con fuerza a los barrotes de la silla de ruedas, símbolo tangible de mi limitación. Cierro los ojos, intentando contener la oleada de emociones. ¿Cómo he llegado a convertirme en un la