Capítulo 59.

Edmond.

La brisa nocturna se siente húmeda, el olor a lluvia avasalla mi nariz, parece que se aproxima una tormenta. Conduje por varias horas hasta llegar a la propiedad privada donde vivía Edward Arnaud. El lugar se ve tan lúgubre como el clima, la mansión de piedra negra resalta como un monstruo antiguo que quedó varado en el tiempo. Siempre he odiado este sitio, me recuerda la crudeza de mi apellido, y las reglas bajo las que nos regíamos cuando mi abuelo era la cabeza de la familia. Toco la puerta de madera oscura y pulida, no tardan en abrir, sabían de mi visita.

—Señor Edmond, que honor tenerlo por aquí.

El mayordomo realiza la reverencia con lentitud y se hace aún lado para que pase. Las canas adornan su pelo; las arrugas manchadas delatan que él hace un complemento perfecto con el lugar. Su espalda luce un poco encorvada, y me cuestiono su nivel de devoción hacia este sitio pues decidió quedarse para mantenerlo en pie aún después de la muerte de su patrón.

—Preparé la sala n
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