Sherry se dirigió al baño para refrescarse antes de irse.
Al abrir la puerta, vio a John vistiéndose. Ya se había puesto los pantalones y ahora se estaba poniendo la camisa. Las primeras luces del amanecer entraron por la ventana, acentuando su físico esbelto y atlético, lo que hizo que los ojos de Sherry se abrieran como platos.
Cuando John se dio la vuelta, Sherry, sintiéndose un poco nerviosa, parpadeó y exclamó:
—¡¿Por qué te vistes ahora?!
John respondió con una sonrisa:
—Normalmente me levanto a esta hora para vestirme. Continuó abotonándose la camisa, ocultando su atractivo cuerpo debajo de la tela.
Sherry recuperó la compostura y comentó:
—No te pongas la camisa aquí.
Con un toque de humor, preguntó:
—Entonces, ¿dónde debería ponerme la camisa?
Sherry se quedó sin respuesta. Su apartamento no era espacioso y constaba únicamente de una sala de estar, una cocina y su propio dormitorio. Instruir a John para que se vistiera en la cocina tampoco parecía práct