La conocí en la cárcel
La conocí en la cárcel
Por: DonQuijote21
El reconocimiento

-¿Cómo es que llegué a esta situación? Solo estaba entregando algo.-

Son los pensamientos que tiene la chica sentada en la cama que había en esa pequeña cárcel en la comisaría. Solo debía entregar un maletín a alguien y eso era todo; ahora tenía problemas legales, una posible demanda encima y le habían negado su única llamada ya que estaban revisando su expediente. La cárcel era como todas las demás que había visto en algunas series pero las rejas eran color crema, las camas si eran metálicas pero los colchones estaban limpios, cosa que si la había sorprendido pero que agradece mucho ya que no quería imaginar estar cerca de una cama vomitada. También había un inodoro para ir al baño pero no tenía y nunca tendría, el valor suficiente para usarlo… A menos que fuera realmente una emergencia y viera que estaba completamente sola. Los pisos eran grises con algunas manchas negras y blancas, los focos funcionan pero si había uno que estaba apagado y necesitaba reparación.

Su nombre era Andrea Prince, tenía 32 años pero a veces decía que tenía 26 solo como broma inocente. Medía 1,68, además de cabello color vinotinto, ojos café oscuro, lentes sencillos ya que sufría miopía hereditaria y de contextura llenita pero se cuidaba como podía. Ahora sabía que estaba en problemas serios y que si su familia se enteraba de esto, le armarían el discurso repetitivo del año. Se lo sabía pero igualmente le dolía escuchar todo eso.

No había abuso físico pero el verbal también era realmente malo las personas no son conscientes del gran daño que pueden hacer. se levanta y trata de asomarse para poder ver qué sucedía pero el lugar era silencioso, excepto por los sonidos del hombre que dormía en la otra celda, se notaba que estaba borracho ya que olía demasiado a alcohol, diría que whiskey.

-¿Ahora cómo saldré de esta situación? Si no llego a casa y no aviso, me matarán mañana.- Decide tocar la reja con el puño cerrado y hacer ruido pero no excesivo.

-¿Hola? ¿Alguien podría venir? Llevo aquí más de 3 horas.-

Luego de ese llamado que había hecho, se abre la puerta de la oficina, que conectaba con las celdas de la estación de policía.

-¿Quién está haciendo tanto ruido? ¡Cállense!-

El grito había venido de uno de los hombres que custodiaba el lugar ya que el día de hoy tenían el turno nocturno pero a juzgar por la manera en que había gritado, era obvio que estaba de mal humor. Andrea decide sentarse y esperar solo media hora más, antes de llamar de nuevo.

Uno de los policías comenzaba a hacer el recorrido por las 3 celdas del lugar y se detiene en la que tenía a una chica dentro. -Buenas noches, señorita, ¿cómo le va?-

-Amm… Estoy bien pero ¿Por qué dice buenas noches? Aún es de día ¿verdad?-

Esperaba que no fuera ya de noche porque entonces sí estarían celebrando su funeral mañana. No había avisado dónde estaba y realmente no deseaba hacerlo, no estaba lista. El hombre que le hablaba, era unos 10 centímetros más alto que ella, contextura delgada, cabello negro como la noche y una barba bien cuidada. Se notaba que le gustaba tener su uniforme limpio, no como la mayoría de los policías que tenían barrigas grandes. Además de tener lentes, como ella y en sus manos tenía una carpeta color marrón oscura, en la cual seguramente estaba su expediente.

-Sí, es de noche. ¿Por qué la pregunta? ¿Acaso no sabe el tipo de acción que usted cometió? - Preguntó bastante molesto el jefe de guardia que se encontraba con el archivo en la mano bastante molesto. Esperaba que le respondiera la chica de manera muy paciente para poder llegar a acuerdos buenos.

-No puede ser. Ahora si estoy en problemas definitivamente pero no me dejaron llamar.-

Se queda perdida en sus pensamientos pero deja de hacerlo al escuchar una tos ligera y se queda sentada ya que el hombre en serio se veía de mal humor. -Yo no hice nada malo, solo fui a entregar un maletín, sin saber lo que tenía. Era una mensajera, nada más.-

-Esa es la excusa más tonta que he escuchado y eso que soy policía desde hace más de 4 años.-

Era un hombre bastante dócil pero a la vez con mucho carácter dentro de su sitio de trabajo. -¿Me vas a responder?-

-Acabo de decirle la verdad, señor. Aún no puedo hacer mi llamada? Nadie sabe que estoy aquí.-

Y en realidad no quería avisarle a su familia pero su mejor amiga podría venir a buscarla y así la usaría como escudo para medio salvarse, odiaba hacerlo pero su familia la conocía desde hace años y no tenían problemas con ella. No debió haber hecho ese favor pero nadie se negaría a ganarse 50,000$ dólares por llevar un maletín a una empresa. Grave error.

-Sí, obvio. En realidad puedes y debes hacerlo porque es deber y derecho del recluso para poder llevar todo en orden. ¿A quién le va a hacer la llamada en cuestión?-

-Eso no es lo que me dijeron cuando me trajeron aquí pero gracias. Mi teléfono lo tienen ustedes, ahí está el nú úmero de la persona, se llama Yulieth Salazar.-

También esperaba que ella no estuviera tan ocupada con su actual esposo pero era un buen hombre y seguramente vendría con ella. Además de que esperaba que los policías no le hubieran quitado el dinero que le habían pagado. Esa mitad la necesitaba pero prefirió no mencionarla en realidad.

-Acompañeme, por favor. Hagamos su llamada.- Abre la celda y posteriormente procede a colocarle las esposas en manos y pies, sin poder evitar oler el perfume que emanaba la señorita Andrea, un aroma sin duda alguna seductor y celestial pero a la vez inocente.

-¿Las esposas son necesarias? Realmente no voy a escaparme, eso es tonto.-

Lo sigue mientras va observando el lugar y evita mirar a los otros agentes que estaban cerca. El lugar era bastante espacioso y no tan pequeño como lo había visto al llegar. Aunque la habían metido rápidamente y por eso no había podido verlo bien. Habían 6 escritorios en la amplia sala y cada uno de ellos tenía un agente sentado y solo uno de esos escritorios estaba vacío. Seguramente era del hombre que la llevaba a hacer la llamada. Había también una pequeña cocina que tenía 2 cafeteras y varios vasos al lado para llenarlos de café, aunque si estaba algo sucio el lugar, el café olía delicioso pero le gustaba más con leche y no negro. Habían alacenas grandes, que seguramente contenían el café molido, azúcar y también crema. Lo que era obvio es que habían 3 cajas llenas de donas y eso no era una sorpresa ya que la mayoría de los policías las amaban e incluso a ella le gustaban.

-Voy a entregarle su celular para que encuentre el número de su “amiga” y espero que no haga nada de lo que me arrepienta más adelante, ¿Ok?-

-No haré nada extraño, puede ver cómo lo busco usted mismo.-

-Por cierto, mi nombre es Jesús Rincón, yo seré su custodio de aquí en más usted esté dentro de la celda.-

Escucha su nombre y asiente, tomando el celular que le entrega y lo saca de la bolsa, donde estaban el resto de sus cosas, notando que su monedero seguía cerrado y se notaba que el dinero seguía ahí, cosa que la alivió y bajó la mirada para buscar el número, tenía 5 llamadas perdidas de su madre y se tensó pero sacudió ligeramente la cabeza y buscó en sus contactos.

-Es este. ¿Tiene un teléfono local? No tengo saldo para llamarla desde mi celular.- Se lo muestra y llama para que vea como la llamada es negada por falta de fondos.

-Si, señorita.- Le entrega el teléfono para los reclusos, el cuál era un teléfono local. -Ahora, marque el número mientras pido su uniforme.

-Gracias. Espere… ¿Qué? ¿Uniforme? ¿Por qué tendría que usarlo? Me dijeron que me quedaría un día aquí.- Ahora se puso más nerviosa.

-Sí, aunque yo no sé quién le habrá dicho eso. Su delito tiene un tiempo establecido de condena y debe cumplirla, por ende, tendrá mancha en sus antecedentes penales.-

-Yo… Yo solo… Solo fui a llevar un maletín, solo eso.- Se sujeta del escritorio al sentirse mareada pero toma el teléfono local para poder marcar el número. Espera y se siente feliz al escucharla.

-¿Hola? ¿Yulieth?-

-¿Hola, quién me habla?- Yulieth era una chica de 29 años muy bella, la cual era su amiga desde hace casi 15 años. Tenía pelo rizado, piel morena suave y pecas en su cara pero al ser bella y llamativa, también era dulce y amable. Aunque su carácter si era fuerte algunas veces y eso no era malo en realidad, era muy bueno. Medía 1,76 y tenía como pasatiempo correr, lo que realmente le daba a su cuerpo la horma atractiva que tenía.

-Soy Andrea. Estoy en la estación de policía y… Necesito ayuda. Podrías venir… Espera. ¿Señor Jesús? ¿Ella puede venir a verme?-

-Hey, aquí a esta hora no hay visitas. Es más, ¿Qué estás planeando? No me hagas que me comporte como un policía malo contigo.-

-Yo no planeo nada, creí que ella podría venir a verme y así le explicaba todo.- Sigue nerviosa al saber que tendría que pasar la noche en ese lugar pero asiente y escucha a su amiga.

-Pues no. Los horarios de visita son a las 12 del mediodía. A esa hora, con gusto se le agendará una cita para que puedan verse en la ventanilla.-

-¿Aló? ¿Andrea? ¿Cómo que en la estación de policía? ¿Todo está bien?- Escucha lo que sucede y sabe que es realmente serio o ella no la llamaría a esta hora de la noche, generalmente se comunican por mensajes y emojis.

-Si, si. Disculpa, Yuli. ¿Podrías venir a verme a la Estación Halcón 80 mañana a las 12pm? Necesito tu ayuda y creo que necesitaré un abogado.- Se quita los lentes para frotarse los ojos.

-¡Sí amiga! Claro que voy a ir, estoy asustada por ti.- Se mantiene a la expectativa de lo que dirá el oficial.

-Ya por favor, estamos pasados de tiempo, vamos a apurar la llamada.- El policía la espera de forma paciente pero sin descuidarla y apurando el paso para terminar la llamada.

-Te veré mañana, Yuli. Lamento molestarte con esto.- Cuelga y revisa sus mensajes rápidamente, viendo que tenía varios de su amiga de México también pero ya hablaría con ella luego. Solo le puso “Estoy bien”. Era su amiga desde hace más de 7 años y siempre la apoyaba y la consolaba cuando las situaciones en su familia se salían de control y la hacían sentirse más que menos.

-¿Hey, qué haces?- Le quita el celular. -Vámonos ya mismo.-

Luego de la llamada que Andrea realizó a su amiga, Jesús vuelve a esposarla nuevamente para trasladarla a su celda y posteriormente tener que dejarla en la misma para luego estar pendiente de la comida que le iban a servir de cena, de la cual Andrea tenía un poco de temor ya que al ver tantas películas de policías, sabía que lo que servían en las mismas, no era nada delicioso o similar; era más bien algo estándar y desabrido.

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