CAPÍTULO 2: Has aprendido la lección?

MÍA

No importa que las sombras de la noche cubran este sitio, mi destino está marcado, justo cuando pienso que no hay salida, que nadie me salvará, que Lance me ha abandonado a mi suerte y que el dolor me consume deseando que me maten rápido para evitar sufrir por una violación, la puerta principal se abre con un ruido sordo, directo, en segundos, un nuevo sonido me paraliza, detonaciones de armas,- son tres, en menos de un pestañeo los dos hombres que estaban a punto de violarme, caen al suelo, dejando un charco de sangre al instante.

El sonido comienza a difuminarse, levanto la cabeza en alto viendo como un hombre alto, vestido con jeans oscuros, una sudadera y cazadora del mismo color, lleva la capucha puesta, por lo que no puedo distinguir su rostro, la poca luz que hay, mi estado y visión tampoco ayudan mucho, merma el espacio con pasos lentos, bien estudiados.

Tiemblo en mi asiento, estoy mareada, cansada, adolorida, en mi posición solo puedo distinguir un par de ojos grises, es solo un destello pero su mirada me parece más asesina que la de los otros tipos. Levanta la mano cuando se encuentra a una distancia razonable y al instante cierro los ojos con fuerza, esperando lo peor.

—No eres Portia, solo te pareces a ella… —su voz ronca me obliga a abrir los ojos. No me ha golpeado.

Acto seguido, antes de que pudiera hablar, él solo me desata sacando una navaja, cortando las cuerdas con tanta rapidez que doy un respingo, poniéndose de pie y mirándome con esos ojos grises, a esta distancia puedo distinguir su rostro solo un poco.

—Será mejor que corras y te escondas, no vulvas por estos sitios, los cómplices de estos hombres deben saber en dónde vives —su voz es tranquila, pero no hay nada de luz ni paz de trasfondo—. Ahora.

Su tono y sus palabras no son petición ni sugerencia, suenan más como una orden, por ello, saco fuerzas de donde no las tengo y corro hacia la salida, desorientada, mareada, corro sin mirar atrás, temerosa de encontrarme de nuevo con otros secuestradores, pierdo la noción del tiempo, no sé cuánto llevo corriendo, hasta que llego a la carretera, ahí, distingo a lo lejos un par de luces que se acercan, levanto las manos en señal de ayuda.

Un auto se detiene delante de mí, y justo cuando intento dar un paso adelante, mis piernas no me responden y caigo de rodillas, perdiendo el conocimiento después, viendo únicamente ese par de ojos grises que brillan en la oscuridad de mi memoria.

*

Han pasado cuatro días desde que me secuestraron en aquella bodega, desde que aquel hombre misterioso me salvó la vida, mi móvil fue robado, por lo que tuve que recurrir a los ahorros que tenía y comprar uno nuevo, he recibido varios correos por parte de recursos humanos de la empresa, no he respondido ninguno, el miedo de que aquellos hombres pudieran regresar, se apoderó de mí y apenas he salido a la calle.

Hasta ahora, Lance no se ha tratado de comunicar de ningún modo conmigo, ni siquiera ha venido a mi departamento a comprobar nada, ni la policía, por lo que solo significa que le hizo caso a su secretaria y no intentó buscarme, pensando que en realidad estaba planeando yo todo.

Ayer cuando regresaba rápidamente del súper que está a solo una cuadra de donde vivo, vi las noticias en una de las pantallas enormes de la plaza, transmitían escenas sobre el asesinato que se suscitó en aquella bodega en la que estaba yo, solo había dos casquillos en la escena del crimen, no había vigilancia ni cámaras de seguridad por los alrededores, solo encontraron los charcos de sangre, ningún cuerpo, ni rastros que los llevaran al asesino.

Me causa escalofríos solo de pensarlo, al mismo tiempo solo dijeron que se trataba de un caso entre bandas callejeras, aseguraron seguir adelante con la investigación, pero estaba segura de que no lo harían, o al menos eso esperaba, no se habló de un secuestro, ni de huellas o algo que les diera una pista de mi desaparición, era como si todo fuese una fea pesadilla.

Lance no había denunciado mi desaparición, lo que me causó una desazón que no me ha dejado dormir. Molesta, saco mi nuevo móvil, que tal vez no es el modelo más nuevo, pero sirve, marco el número que me sé de memoria y espero a que atienda la llamada.

—¿Hola?

Su voz me estremece, pasa por mi cabeza la sola idea de colgar, no lo hago, es necesario si quiero que mi vida vuelva a la normalidad.

—Lance, soy yo, Mía —carraspeo.

Hay un breve silencio al otro lado de la línea antes de que él hable.

—Sabía que me llamarías —sisea—. Aunque admito que has tardado más de lo que esperaba, solo me buscas cuando necesitas un favor, ¿qué es ahora? ¿Tanto quieres dinero? ¿Acaso no te basta con lo que ganas en el trabajo? ¿O prefieres que te de un aumento de salario?

Cierro los puños, hay tantas cosas que quiero decirle ahora mismo, pero las palabras se me atoran en la garganta, incapaces de salir y yo de expulsarlas por la fuerza.

—Lance, yo…

—¿Has aprendido la lección? —me interrumpe, siendo incapaz como siempre, de escuchar lo que tengo que decir—. ¿Me vas a obedecer de ahora en adelante? Quiero que dejes tus juegos de mentiras de lado.

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