A Arianne no le importa lo que piensen los demás, sobre todo porque apenas interactúa con sus colegas en el trabajo. Las únicas dos personas con las que entabló una relación amistosa fueron Sylvain y Robin.

Robin era del tipo que no podía tolerar las malas conversaciones hechas a espaldas del sujeto. Escuchar chismes desagradables sobre Arianne a sus espaldas la había estimulado a tener algunas discusiones con sus compañeros de trabajo en el departamento. Cada vez que contaba el contenido del chisme con justa indignación a Arianne, esta última siempre le mostraba una leve sonrisa. “Está bien, déjalos hablar hasta que se les caiga la boca. No me importa”, dijo. “Deberías dejar de discutir con ellos también. No podemos controlar lo que piensan los demás y estoy muy bien”.

En una lluviosa noche de fin de semana, Arianne se despertó con el sonido de su teléfono sonando incesantemente. Una mirada casual a la pantalla reveló que la persona que llamaba era Mark, pero ella dudó en responder.