DONOVAN CONNOR.

Pasado.

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— ¡Regresaste! — El grito de Kate rompe el silencio tenso del vestíbulo. Sin dudar un segundo, se lanza hacia mí con los brazos abiertos y se enrosca alrededor de mi cuello como si su vida dependiera de ello. Su cuerpo tiembla ligeramente contra el mío, como si todo este tiempo hubiera estado conteniendo la respiración, esperando mi regreso.

Correspondo el abrazo con fuerza, aferrándome a ella como si también necesitara comprobar que es real. Cierro los ojos y respiro hondo, embriagándome con ese dulce aroma a limón y manzana verde que desprende su cabello. Dos meses, dos meses lejos de casa, lejos de mis cachorros, de este lugar que, aunque debería ser un refugio, se ha convertido en un campo de batalla.

La casa huele a tensión contenida, a miedo reprimido y a órdenes no dichas. Los muebles aún están en su sitio, pero hay una frialdad en el aire que no estaba antes. Una ausencia de calidez. Y sin e