PRÍNCIPE

NARRA ALAN

—El dinero no lo es todo en esta vida, Alan —dijo mi padre una vez y eso creía yo hasta que entre mis propios primos comenzó el quien anda los mejores zapatos, la mejor ropa, quien tiene el mejor cuerpo y yo no me iba a quedar atrás. No iba a ser el tonto o el hazme reír de todos ellos, para eso estaba Ángel. ¿Han escuchado ustedes esa frase que dice que no se puede juzgar el libro por su portada? Bueno, en mi caso no se puede juzgar a un libro entrelíneas. Mostrar mis puntos débiles no es opción y es por eso por lo que siempre verán esta coraza de hierro que yo mismo me he impuesto, prefiero eso a ser un hombre temeroso, inseguro al que todos le pasen por encima.

No odio a mi trillizo Ángel, pero tampoco metería las manos al fuego por él. La verdad que no me importa lo que haga, piense o deje de hacer. Siempre ha sido el más consentido de la familia, por sus dotes de inteligencia. Lo único que si nunca nos ha gustado con Aitor es que no tenemos fotos de nuestros primeros 6 meses de vida. Ya a mis 21 años no me interesa la verdad, pero siempre fue algo que me llamó la atención. Nunca lo he preguntado y creo que ya está de sobra esa pregunta.

—Siempre dices eso papá, y te entiendo, pero no puedes negar que el dinero puede hacer y traerte muchas cosas —contesté ganándome un gesto negativo de su parte, me había pedido ayuda para ir con él a dejar unas provisiones a la fundación que tiene junto con mis tíos, ayudando a los más desprotegidos. Lo cual me parecía muy bien, mover unos sacos y unas cajas con frutas no me iba a matar. El teléfono de mi padre sonó y él lo contestó por el altavoz del auto.

—Iván, ¿Estas disponible? —le pregunto y mi padre me miró y yo negué efusivamente. Sabía que tendríamos que ir a algún lugar extraño a petición del tío Jaime.

—Si, estoy disponible acabo de dejar toda la provisión necesaria para la semana. Alan está conmigo ya íbamos de regreso a casa. Dime —le dice y yo me crucé de brazos mientras mi padre tenía una enorme sonrisa en el rostro.

 —Pues, fíjate que tengo una familia, mamá y tres hijos, violencia doméstica. Yo los ayudaré con el proceso, pero necesitan protección y creo que en el único lugar donde estarán seguros es en el centro. Están a una hora y media de distancia en auto —mientras le decía a mi papá que se negara el solamente dijo si está bien iremos. Me dejé caer en el asiento, mirando molesto a mi papá.

—Listo, te enviaré la dirección y todos los datos —escuché que fue lo último que dijo el tío Jaime.

 —No, yo no voy contigo hasta allá, déjame en alguna parada de buses, pero no voy a ir contigo —mencioné, pero mi padre lo único que hizo fue hacer caso omiso a mi pedido. 

—Es justo y necesario que conozcas que no todos podemos vivir de la misma manera. Es necesario un golpe de realidad de vez en cuando y ustedes últimamente se están perdiendo por el dinero. Lo cual no deja nada nuevo para ti Alan. Vas a ir conmigo, y te comportas como el caballero que se que eres. Escuchaste que es por violencia doméstica, así que no te quiero haciendo preguntas o comentarios fuera de lugar —me dice emprendiendo el camino hacia donde iríamos a buscar a esas personas. Después de una hora y media llegamos al lugar que mi tío le había enviado a mi padre por mensaje. Mi padre se baja del auto y reclinó el asiento acomodándome para esperar, pero lo que recibo son los golpes de mi padre.

—Compórtate Alan, ya no eres un niño. Madura de una vez muchacho, ahora apúrate —rodé a mis ojos y acompañé a mi padre hasta esa casa.

La puerta de esta se abre dejando ver a una señora y esta nos dirige hasta donde están los individuos que cuestión. Para lo que no estaba preparado era para conocer a la pequeña y delicada muñeca de porcelana, que nos miraba con mucho miedo. Mire el rostro de la señora que se presentó como Jia Park -Lee. Ella misma presenta a sus hijos y por alguna extraña razón mi corazón comenzó a palpitar de manera desbocada dentro de mi pecho al saber que la hermosa, pequeña y temerosa chica me miraba con aquellos enormes ojos miel.

«¿Qué m****a estoy pensando?»

—Está bien, le agradezco todo esto doctora —dice la señora siguiendo a mi padre afuera de la casa.

—La voy a extrañar mucho señora Guadalupe, sea buena con su hija y con quien venga a cuidar de usted. Tome sus medicamentos a sus horas y cuando me extrañe su hija tiene mi teléfono. No dude en llamarme —le expresa la joven a la señora y la viejecita la abraza.

 —Vete cariño. Tu padre puede verte y todo esto habrá sido en vano. Gracias por todo Susy —ella asiente y sale viéndome unos segundos antes de bajar las escaleras que la llevan hasta el auto. Ella entra junto con su familia en la parte trasera del auto, yo me senté en el asiento de copiloto a un lado de mi padre. Mi padre les venía haciendo platica que vivirían en un pequeño apartamento y es que la fundación era más como un enorme hotel para personas, internamente me gusta lo que se hace en ese lugar por eso cuando mi padre me pedía ayuda no lo dudaba. Aunque eso nadie más que yo lo sabría. De vez en cuando mi mirada y la de ella conectaban a través del retrovisor. Esta sensación es muy nueva para mí y me da miedo. No soy muy expresivo con cosas del amor ¿Pero qué estupidez estoy diciendo? ¿Por qué estoy hablando de amor? Me regañe mentalmente.

—¿y cuantos años tienen? —preguntó mi padre viendo por el retrovisor y todos estaban renuentes a contestar.

 —Disculpe, es que les cuesta expresarse, lo que hemos vivido. No es algo de un momento o reciente. Han sido años de maltrato y el más pequeño es el que se ha llevado la peor parte —comenta el señor acariciando la cara del más pequeño.

 —No hay problema, ya su situación cambiará para mejor, ya lo verán —los anima. Todos ellos asienten, pero yo siento los enormes ojos de la muñeca que va detrás de mí.

 —Yo... hoy estoy cumpliendo 18 años —deja salir así nada más y hasta yo me sorprendo porque esa belleza, ya es mayor de edad. Menciona sonriendo para mí.

 —Iremos a comprar un pastel antes de ir a dejar la fundación —se ofreció mi padre y así fue. El junto con Jia y los niños se bajan del auto, yo decidí quedarme dentro de este y Susana o Susy también.

 —Puedo ver que me estás viendo mucho. ¿Estas bien? —le pregunté, tratando de no sonar sarcástico o molesto, ella retiró la mirada.

 —Lo siento, es que la verdad no se si eres real o una fantasía —me dice y esta vez decido verla directamente a los ojos.

 —¿Porque dices eso? ¿Por qué no tendría que ser real? —volví a interrogar y esta vez quedé atónito ante su respuesta,

 —Porque eres exactamente igual al príncipe con el que he soñado toda mi vida.

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