Capítulo 39

A pesar de lo tarde que era, aún había luz en las ventanas de la cabaña del guardabosques. Cala se detuvo frente a la puerta y golpeó la madera con los nudillos. Estaba temblando. Un nudo apretaba la boca de su estómago y le costaba respirar. Parecía que sus pulmones no consiguieran llenarse completamente de aire.

Era una noche gélida, como la que Yuma la había encontrado en los contenedores de los humanos, y, ahora, era ella la que expulsaba una nube de vapor por su boca mientras apretaba las uñas contra las palmas de sus manos sin apenas darse cuenta.

Cuando el hombre abrió la puerta, Cala notó que todo su cuerpo se relajaba, porque, en el fondo, era como si toda su vida hubiera estado esperando aquel momento. Tantas veces como había preguntado cómo eran los humanos, ahora tenía uno allí, frente a ella, al que podía contemplar sin esconderse.

El homb

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