Cuando mis ojos se abrieron una vez más, estaba en el hospital. Sabrina, que era una de mis compañeras en el lugar, estaba a mi lado. A las afueras de la habitación se encontraban los señores Johnson, por fin veía al señor estar fuera por sí mismo y no fingiendo no saber caminar, ni quejarse por el dolor inexistente de espalda. Los ojos del señor se posaron sobre los míos y tomando la mano de su esposa, se acercaron a mi cama.
—¡¿Cómo te atreves a hacer algo así?! — se quejó el señor Johnson mientras fruncía dramáticamente el ceño.
—No debería preocuparse, señor, ¿No ha escuchado el dicho? Mala hierba nunca muere — expuse con una pequeña sonrisa —¿Hay alguna noticia de Taylor o de Nathan? — desconocía la hora y cuánto había pasado yo dormida. Ese par de ratas ¿Qué había pasado con ellos? —¿El comandante se ha comunicado con usted? — pregunté mientras sobaba mi cabeza.
Ellos no me dieron respuesta, las posibilidades de que esas dos ratas de laboratorio continuaran en el mismo sitio