Capítulo 34 - Las llamas de la sublevación.

Tiverio se removió furioso y molesto con aquella orden disfrazada burdamente de petición, así como por aquella inapropiada actitud; no iba a permitir que aquel canalla se saliese con la suya y mucho menos cobijado bajo su techo. Serían cuatro, muy poderosos y conocidos por sus siglos de pericia militar, así como por otras de sus muchas características, no todas virtuosas y dignas de mención, pero, sin duda, bajo su techo no eran nadie, nadie más valioso que los demás allí presentes y todavía mucho menos como para poder comportarse de aquella manera sin que les pasase factura. Ante la percepción de la clara hostilidad, así como del incremento de la tensión que se palpaba en el ambiente ante aquella escena, el hermano rubio se acercó depositando su mano en la tripa descubierta del castaño lobo. Con su roce el lobo empezó a relajarse dándole paso a Titus, a&uacu

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